EL GIRO BENDITO
EL GIRO BENDITO
«Luego bendijo a José con las siguientes palabras: “Que el Dios delante del cual caminaron mi abuelo Abraham y mi padre Isaac –el Dios que ha sido mi pastor toda mi vida, hasta el día de hoy, el Ángel que me ha salvado de todo mal– bendiga a estos muchachos. Que ellos preserven mi nombre y el nombre de Abraham y de Isaac. Y que su descendencia se multiplique en gran manera por toda la tierra» (Gn 48:15-16 NTV).
Las palabras de bendición que Jacob profirió a los hijos de José –Efraín y Manasés, quienes habían nacido en Egipto y a quienes Jacob reclamó como hijos propios– son reverberaciones de las palabras del pacto que Dios hizo con Adán y lo fue ratificando con Noé, Abraham e Isaac. Eso solo puede significar una cosa: ¡Dios es fiel y sus promesas son firmes! Jacob halló gracia ante los ojos de Dios y Dios fue su pastor toda su vida. Llegó a la fértil región de Gosén en Egipto a los 130 años de edad, ha disfrutado por 17 años de la buena vida bajo la provisión y la protección de su hijo José, ha gozado de la compañía de todo su clan viendo crecer a sus nietos y bisnietos, y ahora es tiempo de pasar la estafeta a la siguiente generación.
La vida de Jacob es muy ilustrativa, pues enfrentó muchas tribulaciones a lo largo de su peregrinaje, desde la rivalidad con su hermano Esaú hasta su tiempo de trabajo arduo bajo Labán. Pero, a pesar de las dificultades, Jacob perseveró y continuó fiel al propósito de Dios. Experimentó las consecuencias de sus acciones, como el engaño hacia su padre Isaac para obtener la bendición de primogénito. Después de años de separación y conflicto con su hermano Esaú, Jacob finalmente se reconcilió con él. Fue un hombre que tuvo encuentros significativos con lo divino, incluyendo su famosa lucha con un ángel. A lo largo de los eventos en su vida, Jacob experimentó un proceso de maduración y transformación. Desde su juventud engañadora hasta convertirse en el padre de la nación israelita, su historia refleja el viaje de todo creyente hacia la madurez. A pesar de las complejidades y conflictos familiares, la historia de Jacob subraya la importancia de la familia. A lo largo de sus experiencias, Jacob experimentó la fidelidad de Dios incluso en medio de sus propios errores.
Jacob estaba anciano y tenía problemas de vista, cruzó sus manos al bendecir a los hijos de José, colocando su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, el hijo más joven, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, el hijo mayor. José intentó corregirlo, pero Jacob insistió en que sabía lo que estaba haciendo y que Efraín, el más joven, recibiría una bendición mayor. Tal vez Jacob actuó de esa manera porque Dios lo había hecho así con él mismo, siendo el hijo menor de Isaac, lo bendijo más que a su hermano Esaú. Jacob profetizó que Efraín se convertiría en una nación más grande y fuerte que Manasés. Este acto simboliza el papel de Dios en elegir y exaltar a quiénes Él quiere, independientemente de las normas culturales o sociales. La bendición de Efraín y Manasés destaca el principio de que Dios puede invertir las expectativas humanas y elegir a quienes Él desea para cumplir sus propósitos.
Dios entregó el señorío de la tierra a Adán, pero Adán pecó y toda su descendencia con él. Pero Dios levantó una simiente que va desde Adán y llegará hasta Jesucristo, el postrer Adán, quien obedecerá a la voluntad de Dios y restaurará todo aquello que Adán perdió. La voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta, unirse a ella es elegir la vida, la bendición y la victoria, nadie que confíe en Dios será avergonzado. Cada generación tiene la oportunidad de hacerlo, el que lo hace permanecerá para siempre y su memoria no morirá jamás. El que cree en Jesús está conectado al nuevo pacto en su sangre, es decir, Jesús nos pertenece y nosotros le pertenecemos a él. Somos las ramas que Dios injertó en el olivo y los agentes presentes de las promesas que Dios hizo con Abraham, Isaac y Jacob. No merecíamos nada, pero Dios en su gracia nos bendijo a más no dar en Cristo Jesús, Señor nuestro.
–Carlos Humberto Suárez Filtrín
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