Youtube

LA BENDICIÓN PATERNAL


LA BENDICIÓN PATERNAL

«Judá, mi hijo, es un león joven que ha terminado de comerse a su presa. Se agazapa como un león y se tiende; como a una leona, ¿quién se atreverá a despertarlo? El cetro no se apartará de Judá, ni la vara de mando de sus descendientes, hasta que venga aquel a quien le pertenece, aquel a quien todas las naciones honrarán» (Gn 49:9-10 NTV).

Este capítulo de Génesis nos relata cómo Jacob bendijo a sus hijos en su lecho de muerte. Sus bendiciones fueron proféticas y la atención se centró en la tribu de Judá. Judá es comparado con un león fuerte y valiente, lo cual denota elevación y superioridad por su liderazgo y prominencia. Jacob pronosticó que de Judá saldría un Rey de reyes que gobernaría el mundo por siempre, haciendo una clara alusión a su majestad real, Jesús de Nazaret. Todos los pueblos de la tierra le honrarán y le obedecerán. Desde Judá hasta el rey David transcurrieron unos ocho siglos y pasaron unas diez generaciones, hasta Jesús transcurrieron unos dieciocho siglos y pasaron unas cuarenta y dos generaciones más. La palabra del Señor inspirada a Jacob se cumplió perfectamente, Jesús fue el último de su descendencia que se sentó a la diestra de Dios en las alturas y reinará por los siglos de los siglos.

La bendición paternal en la cultura hebrea en los tiempos de Jacob tenía una gran importancia y significado. Consistía en una forma solemne de transmitir autoridad, prosperidad y propósito divino de un padre a sus hijos. El acto de impartir una bendición paternal estaba vinculado a la creencia de que las palabras pronunciadas por el padre tenían un poder especial y que, al ser pronunciadas con intensiones positivas, podían influir en el destino y la vida futura del hijo. La bendición paternal generalmente incluía aspectos como la promesa de descendencia numerosa, prosperidad material, autoridad y revelaciones sobre el plan divino para la vida del hijo. Las bendiciones eran sagradas y se esperaba que tuvieran un impacto duradero en la vida de la persona que las recibía. Las bendiciones no eran simplemente deseos u expresiones de buenos deseos, pues se creía que tenían un poder espiritual y que estaban respaldadas por la voluntad de Dios.

Las palabras de Jacob dirigida a sus hijos no fueron las mismas, se podría decir que para algunos fueron mucho más benignas que para otros. A su primogénito Rubén le dijo que ya no sería el primero por ser impetuoso y por haberse acostado con Bilha, la sierva de su esposa Lea. A Simeón y Leví les dijo que los dispersaría por todo Israel por ser hombres iracundos y violentos. A Judá le dijo que todos sus parientes se inclinarían ante él. A Zabulón le dijo que sus descendientes se asentarían en la Costa marítima y sería un puerto para los barcos. A Isacar le dijo que labraría duramente la tierra y que cosecharía en abundancia. A Dan le dijo que gobernaría a su pueblo y que atacaría venenosamente a sus enemigos. A Gad le dijo que sus hombres serían guerreros recios y vengativos. A Aser le dijo que su prole produciría alimentos para la mesa real. A Neftalí le dijo que sería un pueblo libre. A José lo nombró príncipe entre sus hermanos y lo bendijo a más no dar. A Benjamín le dijo que sus hombres serían guerreros bravos e impetuosos como lobos rapaces.

Ahora bien, la bendición profética de Jacob para su hijo Judá se cumplió en Jesús de Nazaret, quien es digno en grado superlativo de nuestra atención y adoración. Jesús es la suma de todas las glorias de la deidad y la humanidad, por lo tanto, cada pensamiento que aflore en nuestras mentes, cada palabra que pronuncien nuestros labios y cada acción que ejecuten nuestras manos para honrar al Hijo, Él las merece. La bendición paternal de Jacob nos ha llegado hasta nuestros días, pues en la actualidad, «si quieres saber cómo es Dios, mira a Jesús. Si quieres saber qué significa ser humano, mira a Jesús. Si quieres saber cómo es el amor, mira a Jesús. Si quieres saber qué es sufrir, mira a Jesús. Y sigue mirando hasta que dejes de ser un mero espectador, y llegues a ser en verdad una parte del drama en el cual Él es el personaje central» (N. T. Wright).

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.