EL DIOS DE LOS SUEÑOS
EL DIOS DE LOS SUEÑOS
«“No está en mí”, respondió José a Faraón. “Dios dará a Faraón una respuesta favorable”» (Gn 41:16 NBLA).
José llevaba unos once años en la cárcel cuando se presentó la oportunidad de interpretar el sueño del copero y del panadero de Faraón. Como los sueños los habían preocupado y nadie podía interpretarlos, José les dijo en esa ocasión que: «La interpretación de los sueños es asunto de Dios» (Gn 40:8). Pues todo les aconteció tal y como José lo predijo. Pero al copero, al que José le aseguró que sería restablecido en su puesto en el lapso de tres días, le suplicó que lo recomiende delante del Faraón para que lo sacara de la cárcel, pero al copero se le olvidó la petición de José. Así que pasaron otros dos años hasta que Dios puso un par de sueños en la cabeza de Faraón y, como nadie en todo Egipto podía interpretar esos sueños, el copero se acordó de José y le habló al Farón de él. Entonces Faraón mandó llamar a José y éste se presentó delante de Faraón bien afeitado y con ropas nuevas. Dios es fiel y sus promesas son firmes.
Ahora bien, la mitología egipcia era extensa y cambiante a lo largo de la historia. Se estima que el panteón egipcio incluía cientos de dioses y diosas, y nuevos dioses podían ser incorporados y algunos podían caer en desuso con el tiempo. Los faraones a menudo vinculaban su linaje con Ra, el dios del sol. Ellos afirmaban ser los representantes terrenales de los dioses y, a través de sus acciones y rituales, mantenían el equilibrio cósmico y aseguraban la prosperidad del país. Así que cuando José afirmó que solo el Dios de Israel podía dar la interpretación correcta a los sueños de Faraón, estaba subestimando el poder de los dioses egipcios y del Faraón mismo como una deidad humana. ¡Eso era una blasfemia! José pudo haber sido ejecutado en ese mismo instante, pero Faraón lo honró. Y es que no se puede hacer un impacto extraordinario delante de los reyes del mundo, con una mediocre fe en Dios y una actitud pusilánime en el corazón.
Los inconversos no respetan a los creyentes tibios, que prefieren decir y hacer las cosas _políticamente correctas_, en vez de presentar un testimonio claro y contundente acerca del Dios en quien creen. José no se avergonzó del Señor y tampoco actúo a medias tintas delante de Faraón. José identificó abiertamente a Dios como la fuente de su poder para interpretar sueños y Dios lo honró delante de todos los egipcios y de toda la historia. Cada José en este mundo está, de una manera u otra, recordándonos la entereza y la valentía del hebreo José en Egipto. Curiosamente, Faraón designó a José como el segundo en todo el reino e hizo cada una de las cosas que José le aconsejó. Entonces Faraón le cambió el nombre a José y le puso Zafnat-panea que significa «Dios habla y vive». Wow, en vez de darle muerte, le dio autoridad casi suprema sobre todo el país y reconoció la sabiduría y el poder de Dios en interpretar correctamente los sueños. ¿Será que veremos a este Faraón en el cielo?
Muchos creyentes en la actualidad son cristianos nominales que ni huelen ni hieden, coloquialmente se diría que no son ni chicha ni limonada, porque nadie los reconoce ni los toma en cuenta para nada. En sus discursos temen citar la Biblia, se avergüenzan de orar en público para bendecir los alimentos, no quieren que los demás sepan que asisten a una iglesia, no se atreven a evangelizar a los incrédulos ni quieren identificarse con los principios espirituales y morales enseñados en las Escrituras. Duele decirlo, pero el creyente que no da testimonio de su Dios a los perdidos es simplemente porque no los ama. Si José no se hubiera identificado ante de Faraón como un fiel creyente en el Dios de Israel, hubiera demostrado su cobardía y su falta de amor por este rey impío, y no hubiera salvado de la hambruna a Egipto, a Israel y al mundo entero.
–Carlos Humberto Suárez Filtrín
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