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DEL ENOJO A LA PAZ


                                                                DEL ENOJO A LA PAZ

«Entonces el Señor dijo a Caín: “¿Por qué estás enojado, y por qué se ha demudado tu semblante?» (Gn 4:6 NBLA).

Caín fue el primogénito de Adán y Eva, un hombre a la viva imagen moral y espiritual de su padre, devastado por el pecado. El pecado de Adán fue imputado a toda su descendencia, de tal cuenta que todos somos concebidos con una naturaleza tendenciosa al mal. Unas cuantas décadas después que Adán y Eva desobedecieran a Dios, el tufo de la maldad afloraba claramente en el carácter de los primeros pobladores del planeta tierra. El significado del nombre hebreo «Caín» se asocia con el término «adquisición» en conexión con el hecho que Eva, al dar a luz a Caín, lo «consiguió» con la ayuda de Dios. Sin embargo, este niño ya nació con el corazón malicioso e infame. Cuando vio que Dios miró con agrado la ofrenda de su hermano Abel, se enojó y su mente se llenó de odio y rencor, con pensamientos criminales y un fuerte deseo de venganza.

Junto a la alegría, la tristeza, el miedo, la sorpresa y el disgusto, el enojo es una emoción primaria universal, inherente a todo ser humano de cualquier etnia o cultura. Las emociones primarias son el resultado de procesos bioquímicos y neurofisiológicos en el cuerpo humano. El enojo se origina en el cerebro, específicamente en regiones como la amígdala y el hipotálamo, las cuales desencadenan la liberación de neurotransmisores y hormonas, como la adrenalina y el cortisol. El enojo de Caín se convirtió en ira y ésta lo convirtió en el primer asesino de la historia. Como nunca había ocurrido otro homicidio anteriormente, Caín tuvo que recordar la historia que su padre le contó acerca de la manera en la que Dios sacrificó a dos animalitos inocentes para quitarles sus pieles y confeccionarles túnicas para cubrir su desnudez. Caín subestimó a su perverso corazón y jamás imaginó que ese «simple» enojo tenía el potencial de convertirlo en un fratricida.

El término hebreo «kjará» traducido como «enojado», también da la idea de «brillante» o «encendido», lo que podría traducirse así: «¿Por qué tu rostro luce tan encendido en ira?». Caín estaba tan celoso de Abel que no lo podía disimular porque su rostro estaba enrojecido como un tomate. Caín humanamente no pudo impedir su enojo, pero sí debió gobernarse a sí mismo y controlarlo. El famoso pacifista de la India, Mahatma Gandhi, dijo una vez: «Un ojo por ojo solo terminará haciendo que el mundo entero sea ciego». El daño que Caín ocasionó a Abel fue enorme, pues no solo lo mató a él, sino que de un solo trancazo eliminó a una multitud de posibles descendientes, pues sus «sangres» (heb. damim v. 10) clamaron a Dios desde la tierra. El enojo desenfrenado de Caín impidió el nacimiento de artistas, ingenieros, gobernantes, científicos, navegantes y teólogos entre los probables hijos, nietos, bisnietos y tataranietos de Abel. El crimen de un ser humano, sea éste un hombre, un niño o un nonato, ¡es una verdadera tragedia humanitaria!

Finalmente, ningún ser humano debe ser esclavo de sus odios y rencores, porque Dios da su Espíritu de dominio propio a todo aquel que cree en Jesús y lo reconoce como su Señor y su Salvador. Si tus enojos han hecho estragos en tus relaciones y negocios, hoy es el día apropiado para convertirte en un hijo de Dios y ser trasladado de la esclavitud del enojo a la paz.

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

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