ARREPIÉNTETE AHORA MISMO
«No se dejen engañar ni crean que nunca tendrán que sufrir porque el templo está aquí. ¡Es una mentira!» (Jer 7:8 NTV).
La invasión babilónica sobre Jerusalén acaudillada por Nabucodonosor era inminente. Pero Dios, que es lento para la ira y grande en misericordia, les dio una última oportunidad para que se arrepientan de sus pecados y abandonen sus malos caminos. Sin embargo, los jerosolimitanos vivían muy confiados de que la ciudad de Jerusalén jamás sería conquistada, porque decían: «¡El templo del Señor está aquí!». Esa era la mentira horrorosa con la que los falsos profetas habían engañado al pueblo por mucho tiempo.
Dios prometió tratarlos con misericordia y dejarlos vivir en su tierra si ellos abandonaban sus malos pensamientos y sus malas acciones, si comenzaban a tratarse uno a otro con justicia, si dejaban de explotar a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas, si dejaban de asesinar y rendir culto a los ídolos. Entonces Dios les preguntó: «¿En qué cabeza cabe que pueden robar, matar, cometer adulterio, mentir y quemar incienso a Baal y a los otros dioses que tienen, y luego venir a presentarse delante de mí todos desvergonzados y decir que están a salvo, sólo para irse a cometer nuevamente las mismas perversidades?».
Plauto, el comediógrafo latino, dijo: «Pienso que aquel en quien el sentimiento de la vergüenza ha muerto, es hombre perdido». En tal sentido, los habitantes de Jerusalén estaban completamente perdidos, porque había muerto en ellos la vergüenza de pecar. Parafraseando a Spurgeon, el profeta Jeremías predicaba al pueblo con vehemencia, tratando de divorciar su corazón del pecado y casarlo con YHWH, pero era inútil, Jerusalén había escogido un camino cuyo fin era la muerte.
Para concluir esta reflexión déjame hacerte algunas preguntas: ¿En qué o en quién está fundamentada tu esperanza de salvación? ¿Crees que, con haber nacido en un hogar cristiano, ir a la iglesia, dar tus diezmos o tener una Biblia en casa, te da el «permiso» o el «derecho» de pecar arbitrariamente contra la ley de Dios? Si el Señor no impidió que Jerusalén haya sido literalmente devastada por los babilonios, ¿por qué crees que dejará pasar por alto tus vicios y transgresiones? Te conviene arrepentirte y pedir perdón ahora mismo, antes que el juicio del Señor caiga sobre ti.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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