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«Una persona sin control propio es como una ciudad con las murallas destruidas» (Pr 25:28 NTV).
Con la sabiduría genial que había recibido de Dios, en este versículo el rey Salomón nos ofrece una perla inestimable de prudencia, pues compara la ausencia de la temperancia con la ciudad cuyas murallas han sido derribadas. El dominio propio es un don del Espíritu Santo que añade valor y virtud al carácter del creyente. Le otorga poder, fuerza, autoridad y control sobre sí mismo, para hablar y actuar de forma juiciosa, justa y cautelosa, comportándose con sobriedad y moderación, para evitar pleitos, dificultades y/o problemas.
Desde los tiempos antiguos a los modernos, las murallas se han construido para proteger a los habitantes y a los recursos económicos de las ciudades y los pueblos, de los enemigos invasores y salteadores. Una ciudad sin murallas era estructuralmente vulnerable y estaba completamente desprotegida; por el altísimo riesgo de ser asaltados o secuestrados muy pocos querrían vivir en tal lugar.
Salomón advierte que a la persona que se le ‘sube el mosh’ con facilidad (expresión guatemalteca que significa ‘perder los estribos’), corre el riesgo de quedar expuesto como un necio, lastimar su relación íntima con su esposa e hijos, postergar o cancelar el cierre de un negocio importante, perder o ceder un puesto de trabajo bien remunerado, desbaratar el avance de un programa beneficioso, iniciar un pleito capaz de incendiar el ánimo de dos naciones para que entren en guerra, etc. Debemos aprender a sobreponernos a las circunstancias adversas, así como Bob Chope dijo: «No siempre puedes controlar el viento, pero puedes controlar tus velas».
Si Dios te ha dado un temperamento eufórico e impetuoso, no debes vivir esclavo de sus desmadres. Dios te ha dado un Espíritu de poder, para que aprendas a controlarte a ti mismo y de esta manera vivir quieta y reposadamente en un mundo cada vez más hostil. Ya Salomón había instruido que: «Mejor es ser paciente que poderoso; más vale tener control propio que conquistar una ciudad» (Pr 16:32 NTV). Wow, qué declaración impresionante, controlarse a sí mismo tiene tanto mérito como los que adquirieron David, Julio César y Alejandro Magno cuando conquistaron ciudades para sus reinos. ¡Aprende a conquistarte a ti mismo antes de ir a conquistar el Everest!
—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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