LA BUENA REPUTACIÓN
«Elige una buena reputación sobre las muchas riquezas; ser tenido en gran estima es mejor que la plata y el oro» (Pr 22:1 NTV).
En el versículo que nos corresponde meditar hoy, encontramos dos aspectos muy importantes acerca de la ‘buena reputación’. En primer lugar, nos dice que la ‘buena reputación’ es una ‘elección’ propia, por lo tanto, es voluntaria porque nosotros decidimos cultivarla y protegerla. No es la gente la que nos asigna una ‘buena reputación’, ellos simplemente nos aprecian en base a la conducta que ven en nosotros y a las palabras que oyen salir de nuestros labios.
En segundo lugar, nos dice que la ‘buena reputación’ es más preciada que el oro y la plata. Algunos pensarían que esta afirmación es una locura, porque argumentarían que la ‘buena reputación’ no se come, en cambio la plata y el oro nos permiten comprar todo lo que queramos y todo lo que necesitemos. Pero, no es así, un proverbio italiano reza de la siguiente manera: «Una onza de reputación, vale más que mil libras de oro».
¿Alguna vez te has puesto a pensar acerca de cuánto te importa la opinión que los demás tienen acerca de ti? Cicerón, el filósofo latino clásico, dijo: «No preocuparse en absoluto de lo que la gente opina de uno mismo, no sólo es arrogancia, sino también desvergüenza». Los creyentes no sólo debemos ser buenos, debemos parecerlo también. Gabriel García Márquez dijo una vez que «lo único peor que la mala salud es la mala fama». En realidad, al que no le importe cuidar su ‘buena reputación’ es porque tal vez no la tiene. Maquiavelo dijo: «Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos».
Cuidar la ‘buena reputación’ es bueno, es bonito y es bíblico. El famoso evangelista estadounidense del siglo XIX, Dwight Moody, dijo: «Si me ocupo de mi carácter, mi reputación se ocupará de mí». A manera de testimonio, puedo afirmar que en mi paso por la vida he recogido frutos muy deleitosos por la ‘buena reputación’ que mis padres esparcieron. Ahora nos toca a nosotros hacer lo mismo, el apóstol Pablo animaba a los hermanos filipenses a pensar y cultivar «…todo lo que es de buena reputación» (Fil 4:8 RVR77).
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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