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TAPABOCAS


«Que las naciones te alaben, oh Dios; sí, que todas las naciones te alaben» (Salmo 67:5 NTV).

El Salmo 67 es un salmo misionero, porque revela el anhelo profundo del corazón de Dios, que su bendición y su misericordia sea derramada sobre cada pueblo, cada familia y cada individuo que habita este hermoso planeta. Dios desea que la sonrisa de su rostro sea reflejada con su favor en el semblante de cada ser humano. Una vez su gloria resplandeció en la faz de Moisés y de Jesús, ahora quiere brillar en ti también.
¿Por qué quisiera Dios que la vida de la gente sea transitada por un camino torcido? ¿Qué ganaría Dios con que su poder salvador no sea conocido en todas partes? ¿Podrían las naciones alabar a Dios si no le conocen porque nadie se los ha presentado? ¿Cómo podría el mundo cantar con alegría, si desconocen la gran noticia que Dios guía y gobierna con justicia a los pueblos?
El famoso evangelista pentecostal británico, Leonard Ravenhill, preguntó a la iglesia lo siguiente: «¿Podría un marinero reposarse a gusto si supiera que alguien se está ahogando? ¿Podría un doctor sentarse cómodamente mientras sus pacientes se mueren? ¿Podría un bombero sentarse tranquilamente y dejar que un hombre se quemara sin ofrecerle ayuda? ¿Te puedes sentar en Sion sabiendo que hay masas no alcanzadas, que viven bajo la condenación?».
La voluntad de Dios respecto a las naciones es, que le alaben para que la tierra dé sus cosechas y haya abundancia entre la gente. La pobreza, el hambre, las epidemias, la idolatría, la violencia y el atraso de los pueblos no lo glorifican. Dios nos ha bendecido para bendecir a los demás. Alguien dijo que «Dios solo tuvo un Hijo y este fue misionero». Que el tapaboca impuesto por la pandemia no nos impida ni nos desanime de seguir predicando las buenas nuevas de salvación en Cristo a todo el mundo.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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