AGUAS ARTIFICIALES
«Oh Dios, tú eres mi Dios; de todo corazón te busco. Mi alma tiene sed de ti; todo mi cuerpo te anhela en esta tierra reseca y agotada donde no hay agua» (Salmo 63:1 NTV).
Es interesante estudiar el trasfondo de los salmos del salterio bíblico, porque todos ellos revelan una historia especial entre el salmista y Dios. Todos ellos brotaron espontáneamente de un corazón deseoso de magnificar a Dios por sus proezas, agradecerle al Señor por sus múltiples bondades y/o clamar desesperadamente al Altísimo por auxilio en medio de la angustia. El salmista clama insistentemente a Dios porque lo ama, lo anhela y lo necesita. Y la metáfora que usa del terreno desértico y el agua es apropiada para ilustrar su necesidad espiritual y Dios.
El doctor Eli Stanley Jones escribió lo siguiente: «Cuando el alma encuentra a Cristo, se encuentra a sí misma: deja de luchar consigo misma. Hay algo en mi sangre que procede de Cristo. Él es el autor de mi sangre. Él está en ella. Él es quien originó mis nervios. Cuando Él los controla están calmados, crean y contribuyen a la vida. Él es quien originó todos los órganos de mi cuerpo. Cuando Él los controla funcionan bien, perfectamente; de hecho, están estructurados para ser gobernados por Él. Cuando se someten al control de los resentimientos, el temor, el egoísmo, funcionan mal».
Octavio Paz, el famoso literato mexicano, escribió: «Dios existe. Y si no existe debería existir. Existe en cada uno de nosotros, como aspiración, como necesidad y como el último fondo intocable de nuestro ser». El espíritu del ser humano tiene profundas y acuciantes necesidades que todas las ‘aguas artificiales’ que se ofrecen en el mundo no pueden satisfacerlo, porque nuestros corazones fueron creados por Dios y serán satisfechos únicamente por Él. Sin importar la cantidad de ‘agua artificial’ que ingieras, siempre volverás a tener sed, y tu ansiedad será cada vez peor.
Blaise Pascal escribió algo que le da mucho sentido a nuestra reflexión: «Sólo hay dos clases de personas coherentes: los que gozan de Dios porque creen en Él y los que sufren porque no le poseen». Es decir, con Dios el gozo (saciedad) y sin Dios el sufrimiento (sed). Por lo tanto, ya deja de seguir bebiendo de esas ‘aguas artificiales’ que no alimentan el alma ni sacian la sed. Mejor corre hacia Dios y bebe, en abundancia y sin precio, del ‘agua de la vida’ que calma la sed.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
No hay comentarios
Publicar un comentario