GRACIA INAGOTABLE
«Ten misericordia de mí, oh Dios, debido a tu amor inagotable; a causa de tu gran compasión, borra la mancha de mis pecados» (Salmos 51:1 NTV).
El salmo 51 lo escribió el rey David cuando el profeta Natán fue a verlo después que cometió adulterio con Betsabé, la esposa del soldado Urías heteo, uno de los llamados «valientes de David». El profeta Natán fue muy audaz y valiente en esa ocasión, pues arriesgó su vida al declarar al rey David su bochornoso pecado. El rey David se compungió de corazón al escuchar la Palabra del Señor en labios del profeta Natán. Este salmo nos desveló una magnífica ecuación espiritual: comunicación + contrición + confesión = conversión.
En el versículo que nos atañe en esta ocasión, se encuentran las tres palabras –misericordia, amor y compasión– que nos describen la virtud más preciada del carácter de Dios: su gracia. «Gracia» es un término cuyo contenido es tan vasto y profundo, que el salmista lo declara inagotable y poderoso para borrar los pecados del corazón. Dwight L. Moody dijo: «La ley me dice lo torcido que soy. La gracia viene y me endereza». Dios amaba a David 'tal como era', pero lo amaba demasiado para dejarlo 'tal como era'. Dios envió a su siervo Natán para confrontar su pecado y mostrarle su gracia sublime, que perdona y restaura al pecador.
El pecado es nocivo para la salud emocional y espiritual de cualquier ser humano –sea rey o sea súbdito–, pues conlleva vergüenza, temores, culpabilidad y delirio de persecución. El pecado de David también le estimuló un asco espantoso, porque se sintió sucio e impuro ante Dios y los hombres, lo cual provocó a su vez que la alegría de su alma lo abandonara. El pecado no es un juego, se canjean cinco minutos de ‘felicidad’ por años de ‘infelicidad’. El pecado en David abatió su espíritu, pudrió su alma y envejeció sus huesos. ¡Pecar siempre es la peor decisión que podemos tomar!
Pero Dios creó un corazón limpio en David y renovó su espíritu fiel dentro de él. La gracia de Dios restauró completamente a David a tal punto, que sus labios volvieron a alabar y adorar al Señor y a cantar de su perdón. Charles Spurgeon escribió algo muy hermoso acerca de la gracia de Dios: «Como un pájaro no puede agotar el aire en el cielo, ni un pez puede agotar el agua en el mar, tampoco nosotros podemos agotar la gracia de Dios». Así que nuestros pecados, por más numerosos y vergonzosos que sean, no pueden extinguir la gracia de Dios. ¡Aleluya!
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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