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SEPARADO



"Por fe, Abraham, cuando Dios lo llamó, obedeció y salió para ir al lugar que él le iba a dar como herencia. Salió de su tierra sin saber a dónde iba" (Hebreos 11:8 DHH).

El famoso teólogo C. S. Lewis, en su libro "El problema del dolor", escribió lo siguiente: "Cuando queremos ser algo diferente a aquello que Dios quiere de nosotros, estamos deseando algo que, de hecho, no nos hará felices". Desde que el llamado de Dios sonó como un clarín en el corazón de Abraham, siguió vibrando hasta el final de su historia. Pero progresar en la visión de Dios le pasó una factura enorme: la separación de lugares y personas que él amaba.

"Separación" es una de las palabras claves para estudiar y entender la vida de Abraham. Él fue, desde el principio hasta el final, un hombre separado. Separado de su tierra y de su parentela, de su padre Taré, de su sobrino Lot, de su hijo Ismael, de los demás pueblos que habitaban en la tierra prometida, del resto de la humanidad debido a sus grandes sufrimientos, que lo condujeron a una relación íntima con Dios, como nadie la ha tenido jamás.

Y es que muchos siervos de Dios, para afinar sus corazones a la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios, necesitaron apartarse de ruidos físicos, psicológicos, fisiológicos y semánticos, para comunicarse con Dios sin interferencias. Recuerden que Juan Salvador Gaviota tuvo que separarse de la parvada para perfeccionar su vuelo.

Dios separó a Israel de Egipto para hacer un pacto con ellos en Sinaí. Jesús fue separado de todos al desierto para ser tentado por Satanás. Después de su conversión, Pablo fue separado a Arabia antes de subir a Jerusalén. Y tú, ¿a qué te llamado el Señor? ¿Quién es aquella persona que te impide obedecer al propósito de Dios para tu vida? ¿Hasta cuándo vas a seguir en Ur de Caldea, desoyendo a la voz de Jesucristo?

—Carlos H. Suárez  F.

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