BENDECIDOS PARA BENDECIR
"Y haré de ti una nación grande, y *te bendeciré*, y engrandeceré tu nombre, *y serás bendición*" (Génesis 12:2).
Por la gracia de Dios, Abraham y Sara fueron escogidos para ser bendecidos ellos mismos, y para ser de bendición a todas las familias de la tierra. Ellos no fueron elegidos para esta misión por méritos propios porque nadie los tiene. En realidad, nadie ni siquiera merece estar vivo delante de Dios, mucho menos ser bendecidos y comisionados por Él. Dios no nos bendice para que nos engolosinemos, sino para bendecir a los demás, porque la bendición que no fluye se agusana y se pudre, así como el maná que se guarda para otro día.
Por ejemplo, el mar Muerto es un lago salado. Está ubicado entre Cisjordania, Israel y Jordania. Se encuentra a 422 metros bajo el nivel del mar y sus costas están sobre la tierra firme más baja de todo el planeta. Por su ubicación tan especial, este lago solamente recibe las aguas del río Jordán, de otros afluentes menores y de la escasa precipitación pluvial. Este mar es un buen ejemplo de un creyente que sólo recibe pero no da.
Dios quiere que reflejemos su bondad. Ireneo de Lyon, escribió: "En el principio, Dios formó a Adán, no porque tuviera alguna necesidad de la humanidad, sino para que él tuviera a alguien a quien impartir sus favores".
C. S. Lewis, dijo: "Dios nos ama, no porque seamos amables sino porque Él es amor, no porque Él tenga necesidad de recibir sino porque Él se deleita en dar". Dios demostró su amor "dando" a su Hijo a morir por los pecados del mundo. Por lo tanto, es posible ser de bendición a otros sin amar a Dios, pero es imposible amar a Dios sin ser de bendición para los demás.
—Carlos H. Suárez F.
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