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LLAMAMIENTO CON PROMESA



"Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición" (Génesis 12:2).

El llamamiento de Dios no siempre va acompañado de razones, pero sí de promesas. Si el mandato es: "Vete de tu tierra y de tu parentela", la promesa es: "haré de ti una nación grande, y te bendeciré". Las dificultades y los sacrificios parecen imposibles de soportar, pero las promesas nos dan un impulso poderoso para levantarnos y ponernos manos a la obra.

Dejar todo lo que amamos y apartarnos de todo lo que nos provee comodidad y seguridad, para emprender un viaje larguísimo y con rumbo a lo desconocido, sin experiencia y sin la compañía adecuada, era para Abraham y Sara una empresa monumental preñada de grandes desafíos al inicio, pero de asombrosos triunfos al final. En una ocasión, Henry Durbanville, con justa razón dijo: "Se nos prometió una llegada segura, no un viaje fácil".

Dios ofrece promesas más que razones para estimular y ejercitar nuestra fe, y no nuestro intelecto; porque "el justo vivirá por fe" y "sin fe es imposible agradar a Dios". Somos dados a "ver para creer", pero Jesús dijo: "dichosos los que no han visto y aun así creen".

C. S. Lewis, escribió que "las dificultades a menudo preparan a la gente común para un destino fuera de lo común". Abraham emprendió el viaje a la tierra prometida sin más ni más, sin pedir mayor explicación y sin entrar en peroratas. Margaret Shepard, dijo: "A veces el único medio de transporte disponible es un salto de fe". Dios le dispuso "un salto de fe" a Abraham como el único medio de transporte disponible hacia la fama y la inmortalidad, y Abraham lo tomó.

—Carlos H. Suárez  F.

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