FE
"Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba" (Hebreos 11:8 NVI).
Abraham vivía en Ur de Caldea, probablemente oponiéndose a la idolatría y a los vicios de su entorno, pasándolas negras por tratar de obedecer a su conciencia cuando "el Dios de la gloria apareció a nuestro Padre Abraham...y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré" (Hechos 7:2-3).
Imagínense por un momento aquel acontecimiento: de repente una gran luz del cielo resplandeció alrededor de Abraham, una silueta visible apareció en el centro de la gloria y una voz audible le confirmó que Dios mismo le estaba diciendo a su corazón: "Sal". En la actualidad Dios sigue hablándonos por medio de Jesús, la Palabra viva del Padre, invitándonos a obedecer su llamado y ser sus socios en el avance de su reino.
El llamado que Dios le hizo a Abraham involucraba grandes sacrificios, pero como reza el dicho popular: "El que quiere azul celeste, que le cueste". Abraham tenía 75 años y su esposa era unos 10 años menor. A ellos le hicieron bullying porque nunca tuvieron hijos y ahora Dios les pedía que lo dejen todo atrás (familia, amigos, bienes, comodidades, costumbres, idioma, ganado, cultivos, etc).
El llamado de Dios fue muy sabio, Abraham y Sara debían viajar a unas tierras lejanas y desconocidas para iniciar una nueva vida. Presionados por las nuevas exigencias, ellos desarrollarían habilidades que nunca se hubieran imaginado que las tenían quedándose en casa. Abraham necesitaba salir de Ur para abrir las alas de la fe y convertirse en el poderoso ejemplo de la fe para los creyentes de todos los tiempos. Jim Elliot, dijo: "No es un necio aquel que da lo que no puede guardar, para obtener lo que nunca podrá perder".
—Carlos H. Suárez F.
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