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LO MÁXIMO EN LA VIDA



"Doy gracias a aquel que me ha dado fuerzas, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me ha considerado fiel y me ha puesto a su servicio" (1 Timoteo 1:12 DHH).

Saúl de Tarso, uno de los judíos más ilustrados de su época, tenía un futuro prominente en el judaísmo y la cátedra del noble maestro Gamaliel le estaba asegurada. Sin embargo, cuando él recibió el llamado de servir a Jesucristo, lo dejó todo a un lado y se consagró de lleno a predicar el evangelio, considerando este servicio como el mayor privilegio que se le puede conceder a un ser humano.

C. S. Lewis dijo:  “El evangelio para mí es simplemente irresistible”. Charles Spurgeon, el "príncipe de los predicadores", lo sabía muy bien, porque cuando la reina de Inglaterra le invitó a ser el canciller de la república, éste le respondió así: "El cargo que usted me ofrece es de este mundo y tiene su fin, pero el llamado que recibí de Dios, viene del cielo y tiene galardones que son eternos".

Recuerdo cuando en el 1985 entré a estudiar en el Seminario Teológico Hebrón (STH) de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, una vecina nuestra y muy amiga de la familia, con un gran desconsuelo me preguntó: "¿y usted no cree que da para más, que no aspira a algo mejor en la vida?". Bueno, la verdad es que el llamado a predicar el evangelio, ministerio que ya realizo por 35 años, lo considero el mayor honor que Dios me ha dado.

Vean, para mí es tan noble y santa la misión de predicar, que si las reencarnaciones fueran ciertas, en todas mis vidas futuras me gustaría volver a ser un predicador del evangelio, y le pido a Dios en oración que mis dos hijos lo sean también. Así que, si Dios te llama a servirle como predicador, no te rebajes a ser presidente de tu país.

-Carlos H. Suárez F.

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