NO MORIRÉ SIN CONQUISTAR HEBRÓN
"Entonces Josué bendijo a Caleb, y le dio Hebrón para que fuera de él y de sus descendientes" (Josué 14:13 DHH).
La vida de Caleb, hijo de Jefone y príncipe de la tribu de Judá, es fascinante y muy inspiradora, ya que a sus ochenta y cinco años de edad, todavía tenía la visión clara de lo que más anhelaba en la vida, su fe era vigorosa y estaba anclada en la veraz promesa de Dios, y sus fuerzas se mantenían intactas para arremeter contra los gigantes anaceos que vivían en las ciudades fortificadas construidas en las inmediaciones del monte Hebrón.
El testimonio de Caleb me recuerda a Immanuel Kant, uno de los pensadores más brillantes de toda la historia humana, el cual escribió su magnum opus "La crítica de la razón pura" a los 57 años de edad. Aunque esa fue la joya literaria que lo catapultó directamente a la inmortalidad, no llegó temprano en su vida, sinó que llegó justo un par de décadas antes de su muerte.
Caleb y Kant nos enseñan que, sin importar la edad que tengamos, las heridas que hayamos contraído en el pasado y las circunstancias adversas que nos amenacen en el presente, debemos seguir luchando con firmeza y trabajar con ahínco hasta conquistar Hebrón y/o escribir "La crítica de la pura". Caleb y Kant nos aconsejan a no tirar la toalla jamás, que debemos seguir escalando hasta conquistar la cima de nuestros sueños y plantar allí la bandera de la fe, para la gloria de Dios y para testimonio vivo a las generaciones venideras.
El esfuerzo de nuestros insignes personajes, Caleb y Kant, finalmente rindieron sus frutos: tres mil quinientos años después, Hebrón continúa siendo llamada "la heredad de Caleb" y, doscientos años después, en todas las universidades del mundo se lee "La crítica de la razón pura". Con justa razón se dice que "la fe no hace las cosas fáciles, las hace posibles".
-Carlos H. Suárez F.
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