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YO GANARÉ UN MUNDIAL DE FÚTBOL PARA TI

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“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9).

En el estadio Maracaná de la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, se disputó la final del Cuarto Campeonato Mundial de Fútbol entre las selecciones de Brasil y Uruguay. El 16 de julio e 1950, el estadio Maracaná albergó a 173 mil 850 personas, la mayor cantidad de espectadores jamás reunida en un estadio para presenciar un partido de fútbol. Aunque Brasil llegaba como la selección favorita, pues llegaba invicta y goleadora, la selección de Uruguay era en ese momento una de las más laureadas del planeta.

En esa famosa final, ambas selecciones se fueron al descanso empatadas a cero, resultado que consagraba a Brasil como campeón mundial. En el minuto dos del segundo tiempo, el jugador Friaça de Brasil anota. Una gran celebración empieza a inundar el estadio por los espectadores presentes, pero millones celebraban oyendo la secuencia del partido por el radio. La algarabía duró muy poco, pues en el minuto veintiuno anota el uruguayo Juan Alberto Schiaffino igualando el marcador del encuentro, resultado que igualmente coronaba campeón a Brasil.

Sin embargo, faltando once minutos para el final, Alcides Edgardo Ghiggia anota el segundo gol para Uruguay, dejando a todo el estadio en silencio y a toda la nación sumida en una profunda tristeza.Los últimos minutos del partido, Brasil atacó con todo su poderío futbolístico, pero no pudo revertir el resultado. Al final, el público salió llorando sin dar mayor importancia a la ceremonia de entrega de la Copa Jules Rimet a Uruguay. La derrota de Brasil en dicha final fue considerada como una tragedia nacional.

Muy lejos del Maracaná, en un pequeño poblado llamado Três Corações del Estado Minas Gerais, un hogar humilde se había preparado especialmente para que, entre familiares, amigos y vecinos, celebraran la primera copa mundial de fútbol. Un hombre que había escuchado el partido lloraba desconsoladamente por la derrota de su selección verde-amarillo. La comida y las bebidas fueron menospreciadas en esa ocasión porque los ánimos de todos los allí presentes estaban por los suelos. De pronto, un niñito de diez años que había pasado desapercibido hasta ese momento se acercó a su padre y lo abrazó. Y tratando de llevar consuelo a su alma le dijo: “Papá, no llore así, un día tu hijo ganará un mundial de fútbol para ti”. Aquel niño creció y llegó a ser conocido con el sobrenombre Pelé (nombre de una diosa de la mitología hawaiana).

Transcurrieron ocho años desde que Pelé hizo aquella promesa a su padre. El 29 de junio de 1958 se disputó la final del Sexto Campeonato Mundial de Fútbol en Estocolmo, Suecia, entre las selecciones de Suecia y Brasil. Con dos goles de Pelé, Brasil ganó 5 a 2, consiguiendo de esta manera su primer título de Campeón Mundial de Fútbol. ¿Se pueden imaginar la alegría que albergaba el corazón de este muchacho de 17 años? El vídeo que lo muestra llorando al final del partido, Pelé mismo lo explica de esta manera: – “Yo estaba muy feliz, pero lloraba de la emoción de haber cumplido la promesa que un día le hice a mi padre. Al llegar al hotel esa noche, lo primero que hice fue llamar a mi padre y decirle: ‘Papá, he cumplido mi promesa, he ganado un mundial de fútbol para ti’”.

Continuará...

-Carlos H. Suárez

Plan de lectura de la Biblia completa en un año:

Marzo 1, 2019
Números 15-16
Marcos 7:24-8:13

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