¡MARAVILLOSO!
"Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida" (Proverbios 4:23).
El hombre es la corona de la creación y el cerebro es su matriz. De allí emana la plenitud de la vida: la racionalidad, los sentimientos, las ideas, los cálculos, los juicios, los planes y las decisiones. Allí habita el alma, el centro de nuestro ser y nuestro hacer, la esencia de la humanidad. Después de Dios, el cerebro humano es lo más maravilloso y sublime que existe en todo el Universo, la síntesis de las virtudes y de las perfecciones del Creador.
El hombre y la mujer fueron creados en el día sexto, y hasta donde nos instruye el Génesis, fue el último acto creador del Trino Dios; lo más hermoso, lo más sabio y lo más sagrado, a quienes les dio autoridad sobre toda la tierra y con quienes ha decidido danzar en armonía, gozo y exuberante belleza (pericoresis) por la eternidad.
Lo que sabemos de Dios en la actualidad es borroso e incompleto. Las sinapsis interneuronales de nuestros cerebros se encuentran llenas de sarro debido al pecado que mora en nosotros, a los temores y complejos adquiridos en la niñez, a la deficiente educación que nos dieron nuestros padres, a los vicios aprendidos en la escuela y a los detestables íconos de moral en la cultura que nos envuelve. Las religiones también hacen su parte distorsionando la imagen de la esencia y el poder de Dios, especialmente de su gracia, la virtud más brillante de su carácter.
Me fascina saber que desde que acepté a Cristo como mi Señor y mi Salvador, Dios me ha dado "la mente de Cristo" (1 Corintios 2:16). Es decir, estoy en un proceso eterno de conocer la mente de Dios y las profundidades de sus misterios. Me seduce la promesa que pronto estaré con Él, y podré mirarlo y admirarlo sin límites.
Así como el Girasol orienta constantemente su mirada hacia el Sol, mi mente estará orientada hacia Cristo un día, le veré cara a cara, le miraré y le haré infinidad de preguntas, sin ningún temor a que me rechace porque ya no habrá distancia entre Él y yo, ni habrá memoria de mis pecados. Y cuando hayan transcurrido millones de unidades de vida eterna y mi cerebro funcione al cien por ciento, tal y como fui creado al principio, apenas conoceré el abc de Dios, estaré en el kindergarten de mi entrenamiento y puedo asegurar que la eternidad será corta para conocer a plenitud a mi Cristo.
-Carlos H. Suárez
Plan de lectura de la Biblia completa en un año:
Enero 20, 2019
Génesis 46-47
Mateo 12:38-50
El hombre es la corona de la creación y el cerebro es su matriz. De allí emana la plenitud de la vida: la racionalidad, los sentimientos, las ideas, los cálculos, los juicios, los planes y las decisiones. Allí habita el alma, el centro de nuestro ser y nuestro hacer, la esencia de la humanidad. Después de Dios, el cerebro humano es lo más maravilloso y sublime que existe en todo el Universo, la síntesis de las virtudes y de las perfecciones del Creador.
El hombre y la mujer fueron creados en el día sexto, y hasta donde nos instruye el Génesis, fue el último acto creador del Trino Dios; lo más hermoso, lo más sabio y lo más sagrado, a quienes les dio autoridad sobre toda la tierra y con quienes ha decidido danzar en armonía, gozo y exuberante belleza (pericoresis) por la eternidad.
Lo que sabemos de Dios en la actualidad es borroso e incompleto. Las sinapsis interneuronales de nuestros cerebros se encuentran llenas de sarro debido al pecado que mora en nosotros, a los temores y complejos adquiridos en la niñez, a la deficiente educación que nos dieron nuestros padres, a los vicios aprendidos en la escuela y a los detestables íconos de moral en la cultura que nos envuelve. Las religiones también hacen su parte distorsionando la imagen de la esencia y el poder de Dios, especialmente de su gracia, la virtud más brillante de su carácter.
Me fascina saber que desde que acepté a Cristo como mi Señor y mi Salvador, Dios me ha dado "la mente de Cristo" (1 Corintios 2:16). Es decir, estoy en un proceso eterno de conocer la mente de Dios y las profundidades de sus misterios. Me seduce la promesa que pronto estaré con Él, y podré mirarlo y admirarlo sin límites.
Así como el Girasol orienta constantemente su mirada hacia el Sol, mi mente estará orientada hacia Cristo un día, le veré cara a cara, le miraré y le haré infinidad de preguntas, sin ningún temor a que me rechace porque ya no habrá distancia entre Él y yo, ni habrá memoria de mis pecados. Y cuando hayan transcurrido millones de unidades de vida eterna y mi cerebro funcione al cien por ciento, tal y como fui creado al principio, apenas conoceré el abc de Dios, estaré en el kindergarten de mi entrenamiento y puedo asegurar que la eternidad será corta para conocer a plenitud a mi Cristo.
-Carlos H. Suárez
Plan de lectura de la Biblia completa en un año:
Enero 20, 2019
Génesis 46-47
Mateo 12:38-50
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