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LARGA VIDA A LOS ENVIDIOSOS

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“Isaac sembró en aquella región, y ese año cosechó al ciento por uno, porque el Señor lo había bendecido. Así Isaac fue acumulando riquezas, hasta que llegó a ser muy rico. Esto causó que los filisteos comenzaran a tenerle envidia, pues llegó a tener muchas ovejas, vacas y siervos” (Génesis 26:12-14).

Isaac y su padre Abraham fueron elegidos por la gracia de Dios. Esto significa que ninguno de ellos mereció recibir todas las bendiciones que Dios derramó sobre sus familias, sus tierras y sus ganados. Por el contrario, cuando uno examina minuciosamente sus hojas de vida, descubre con asombro que fueron personas llenas de errores y defectos. Y es que Dios es un Dios de gracia, que ama y bendice a buenos y malos. Y, en especial, Dios ha decidido prosperar y multiplicar los bienes de los que con fe obedecen a Su Palabra.

En ese sentido, los hijos de Dios nacemos a la vida cristiana rodeado de grandes bendiciones, tanto en lo espiritual como en lo material. La “vida en abundancia” que Jesús prometió que daría a todos aquellos que creyeran en Él, abarca todas las áreas de la existencia humana.

Muchas de esas bendiciones las recibimos en forma instantánea, al momento de recibir a Cristo como nuestro Señor y Salvador personal. Otras las recibimos en forma de semilla, es decir, recibimos de Dios el potencial para crecer y desarrollarnos de tal forma, que podamos llegar a cosechar hasta el ciento por uno (10,000%).

Cuando uno acepta a Cristo y comienza a cosechar al ciento por uno, a llenarse de ovejas y de vacas, a lograr éxitos en el hogar, los estudios y los negocios, los envidiosos, al igual que los hongos, comienzan a aflorar por todos lados, así como los filisteos alrededor de las tiendas de Isaac.

Es increíble que la mayoría de los que nos rodean, en vez de congraciarse con nuestras victorias, se convierten en nuestros críticos y otros en nuestros acérrimos enemigos. Así es la naturaleza humana, nadie puede ver ojos bonitos en otro rostro que no sea el suyo propio. Con relación al efecto corrosivo de la envidia, las Sagradas Escrituras dicen: “El corazón tranquilo da vida al cuerpo, pero la envidia corroe los huesos” (Proverbios 14:30).

Cuando la envidia invade el corazón del ser humano, produce amarguras, celos y aleja el contentamiento. El envidioso no crece, porque en vez de trabajar y explotar lo que tiene, se frustra y se llena de ira al enumerar las cosas que otros tienen. No conviene permitir a la envidia anidarse en nuestra mente, porque ésta pudre la iniciativa propia. Por el contrario, el contentamiento es una actitud clave para prosperar y vivir bien y servir al Señor con gozo.

Como un motor sin aceite, así es la vida sin contentamiento: aburrida, tediosa y desgastante. Por esa razón le aconsejo que no ponga su atención en los envidiosos, que ni le sorprendan ni le desanimen. Usted siga creciendo en el Señor, deseando que Dios dé larga vida a los envidiosos que le rodean, para que asistan de pie a todos los triunfos que el Señor le dé.

-Carlos H. Suárez

Plan de lectura de la Biblia completa en un año:

Febrero 27, 2019
Números 11-12
Marcos 6:30-56

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