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LA VIRTUD QUE LUCE

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"Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia" (Marcos 1:11).

Qué palabras más estupendas le dedica el Padre a su amado Hijo. Dios, de una manera pública, primero ante el profeta Juan, luego ante sus catecúmenos, siguiendo por las autoridades civiles y militares y el pueblo en general allí presente, y finalmente ante las huestes celestiales (ángeles y demonios), afirma el corazón de su Hijo diciéndole que es amado y que le complace todo lo que hace.

Pero, ¿qué ha hecho o qué ha dicho Jesús para merecer tan exultante y universal elogio? A los treinta años de edad, Jesús sólo ha sido el hijo mayor y el responsable de una familia, aparentemente sin una figura paterna, que con su oficio de carpintero ha sostenido moral y financieramente a su madre, hermanos y hermanas.

Jesús no ha impartido ninguno de sus magníficos sermones todavía, tampoco ha partido en dos las aguas del río Jordán como lo hizo Josué, no ha multiplicado panes ni peces entre millares de gentes, no ha calmado ninguna tempestad, no ha echado fuera demonios ni ha resucitado a nadie que yace cuatro días muerto.

Entonces, ¿por qué el Padre ha declarado con palabras tan tiernas que ama a su Hijo y que todo lo que éste hace es de su completo agrado? Creo que la respuesta más acertada es, que el Padre tiene el corazón pletórico de gozo porque Jesús ha mostrado una actitud de humildad impresionante al dejarse bautizar por su primo Juan, un varón que Jesús mismo formó en el vientre de su madre Elisabet.

Ese día, los ángeles del cielo contemplaron estupefactos al Hijo de Dios hacer cola bajo el sol abrasador, sin ningún gafete VIP colgado sobre su cuello y en medio de los pecadores. Los ángeles han visto y son testigos de la gloria y majestad eternas que el Hijo comparte con su Padre en el cielo, y ahora lo ven descender al agua, manso y humilde, para ser bautizado sin tener ningún pecado que confesar o por el cual estar arrepentido.

Este pasaje nos conduce a una gran verdad: ¡Dios es humilde! Dios resiste al soberbio y mira de lejos al altivo; por el contrario, Dios ama al humilde y le da su gracia. Por lo tanto, la virtud característica del cristiano debe ser la humildad, pues la arrogancia no le luce ni es del agrado del Padre.

-Carlos H. Suárez

Plan de lectura de la Biblia completa en un año:

Febrero 1, 2019
Éxodo 24-26
Mateo 20:1-19

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