UNA BELLA HISTORIA DE AMOR
UNA BELLA HISTORIA DE AMOR
«Así fue como Booz tomó a Rut y se casó con ella. Se unió a ella, y Jehová permitió que concibiera y diera a luz un hijo» (Rut 4:13 RV95).
Booz fue un hombre respetado, influyente y próspero, un hacendado de Efrata, también conocida como Belén de Judá. Además, era pariente de Elimelec, el difunto esposo de Noemí. Descendía de la tribu de Judá y era hijo de Salmón y de Rahab, la mujer que había sido prostituta en Jericó, pero que, por su fe en Dios, fue rescatada de la destrucción de la ciudad y llegó a formar parte del pueblo de Israel.
Una noche, mientras dormía en la era donde se aventaba el grano, Booz despertó sobresaltado y encontró a una mujer delicadamente vestida y fragantemente perfumada acostada a sus pies. Aquella mujer era Rut, la moabita, nuera de Noemí. Rut, con humildad y esfuerzo, había trabajado incansablemente recogiendo las espigas que los segadores dejaban atrás en los campos de Booz. A pesar de haber enviudado joven de Mahlón, hijo de Noemí, y de haber renunciado a su tierra natal, Rut demostró una lealtad inquebrantable al acompañar y cuidar a su suegra con devoción, siendo para ella mejor que siete hijos.
La conmovedora historia de amor entre Booz y Rut ocurrió durante el período de los jueces en Israel, una época de crisis moral y espiritual en la nación. Booz, conmovido por la virtud y la fe de Rut, decidió ejercer su derecho como pariente redentor, adquiriendo la propiedad de Noemí y tomando a Rut como esposa, asegurando así la continuidad del linaje de su difunto esposo. Pero Rut no solo encontró un esposo en Israel, sino que también abrazó una nueva fe: renunció a Quemos, el dios de Moab, para adorar al Dios verdadero, Yahweh. Su fe sincera y su obediencia la llevaron a convertirse en la madre de Obed, el abuelo del rey David, y en una de las mujeres que forman parte del linaje de Jesucristo, el Salvador del mundo.
Sin embargo, la historia de redención no termina con Booz y Rut. La gran noticia es que Jesús, el Hijo de Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros para redimirnos. Así como Booz amó a Rut y la rescató de la pobreza y la desprotección, Jesús nos amó con un amor perfecto, haciéndose nuestro pariente cercano al tomar nuestra naturaleza humana. Él pagó el precio de nuestra redención con su propia sangre, liberándonos de la esclavitud del pecado y dándonos un lugar en su familia. Pero su amor va aún más allá: no solo nos ha salvado, sino que también nos ha preparado una herencia eterna, indestructible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para todos los que creen en Él y lo confiesan como su Señor y Salvador. Entonces, ¿ya perteneces a Cristo?
—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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