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PROSTITUCIÓN ESPIRITUAL

PROSTITUCIÓN ESPIRITUAL

«Habló Jehová a Moisés y le dijo: “Dirás asimismo a los hijos de Israel: Cualquier hombre de los hijos de Israel, o de los extranjeros que habitan en Israel, que ofrezca alguno de sus hijos a Moloc, de seguro morirá: el pueblo de la tierra lo apedreará» (Lv 20:1-2 RV95).

Recordemos que Dios escogió a Israel de entre todas las naciones de la tierra y lo liberó de su lamentable esclavitud en Egipto para que fuera su pueblo santo, su esposa amada y su primogénito bendito. Ahora, Israel se encuentra acampado al pie del monte Sinaí, y Dios le está entregando a Moisés leyes sabias y santas sobre cómo debe comportarse su pueblo. Estas normas buscan fomentar la santidad y la pureza tanto física como espiritual, incluyendo instrucciones específicas sobre la alimentación, la sexualidad y la separación de lo impuro. El propósito de Dios era que Israel llegara a ser un pueblo con una moral íntegra y completamente distinto de los demás. La meta de Israel era convertirse en lo que realmente estaba llamado a ser: un tesoro especial, un pueblo escogido, un reino de sacerdotes, una esposa adornada con esplendor, un príncipe glorioso y una luz para las naciones.

La metáfora de Israel como esposa de Dios tiene su origen precisamente en el libro de Levítico, donde se ilustra la relación íntima y comprometida entre Dios y su pueblo. No existe vínculo más profundo y significativo que el matrimonio, la unión entre un hombre y una mujer que llegan a ser "una sola carne" al casarse. En esta imagen, Dios es representado como el esposo fiel, que ama tiernamente, provee generosamente y protege valientemente a su esposa, Israel. Sin embargo, esta metáfora también explica la infidelidad y la traición del pueblo cuando se aparta de Dios y adora a otros dioses. Esta "prostitución espiritual" es comparada con la infidelidad de una esposa hacia su esposo, causando dolor y decepción en el corazón de Dios.

Dios aborrecía la veneración a Moloc, una divinidad abominable adorada por los amonitas, parientes lejanos de Israel, descendientes de Amón, hijo de Lot. El nombre "Moloc" tenía una connotación profana, pues significaba "aquel que reina". Su culto exigía el sacrificio de niños mediante el fuego: los pequeños eran colocados en los brazos del ídolo, que estaban inclinados en forma de pendiente, y al son de tambores resonantes y cánticos extáticos, rodaban hasta caer en un horno ardiente. Estos sacrificios se realizaban por diversas razones, desde emergencias nacionales hasta el cumplimiento de un voto por un favor recibido del dios. Las víctimas podían ser recién nacidos o niños de hasta cuatro años. Se trataba de una crueldad indescriptible que Dios quería erradicar por completo. Por ello, ordenó a Moisés que el pueblo apedreara a quienes practicaran semejante atrocidad.

El teólogo Peter Kreeft escribió algo muy interesante acerca de la santidad: "Cuando dejamos de creer que Dios es Aquel que nos ama, es inevitable que pequemos. Si todo mi ser cree que Dios me ama, entonces nada en mí querrá desobedecerle. La manera de vencer el pecado, por lo tanto, es fortalecer la fe en el amor de Dios."

Dios amaba a Israel entrañablemente y deseaba que su pueblo le obedeciera por gratitud, no por obligación de la ley ni por temor al castigo. Anhelaba que Israel se comportara como una esposa fiel, amorosa y sumisa, pero el pueblo hizo todo lo contrario. Sin embargo, Dios no ha dejado de insistir en amar al ser humano. Tanto lo ha amado que entregó a su Hijo Jesucristo para morir en nuestro lugar. En la cruz del Calvario, Dios demostró cuánto nos ama, al punto de preferir morir antes que vivir sin nosotros. ¿Estás dispuesto a renunciar a tus ídolos para amarlo y obedecerlo tú también?

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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