¿QUIERES HACER REÍR A DIOS?
¿QUIERES HACER REÍR A DIOS?
«Miren cómo los preciosos hijos de Jerusalén, que valen su peso en oro puro, ahora son tratados como vasijas de barro hechas por un alfarero común y corriente» (Lm 4:2 NTV).
El libro de Lamentaciones, escrito por el profeta Jeremías, es una joya de la poesía hebrea. Los primeros cuatro capítulos son acrósticos, organizados según el orden del alfabeto hebreo. Cada versículo de estos capítulos comienza con una letra hebrea diferente, siguiendo su secuencia. Los capítulos 1, 2 y 4 tienen un versículo para cada una de las 22 letras del alfabeto hebreo. El capítulo 3 contiene 22 estrofas de tres versículos cada una. El capítulo 5, aunque también tiene 22 versículos, no es un acróstico. ¡Los versos describen la justicia y la gracia de Dios hacia su pueblo!
Woody Allen dijo una vez: «Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes». Reflexionemos sobre esta frase: Yahweh escogió a Israel con un amor inagotable para que fuera su tesoro especial, su sacerdote santo, su príncipe heredero, su embajador digno, su hijo precioso y preciado como la niña de sus ojos. Sin embargo, Israel creyó tener mejores planes para su destino y se apartó de Dios, menospreció sus privilegios, subestimó la gracia divina, desobedeció sus mandamientos y renunció a su misión. El resultado fue desastroso: ¡terminó siendo tratado como una vasija vulgar hecha por un alfarero mediocre!
Este versículo me lleva de inmediato a la parábola del hijo pródigo, que relata la historia de un hijo que, viviendo como un verdadero príncipe, decidió darle la espalda a su padre y «correr tras sus sueños». Cuando despertó, se encontró en un nauseabundo chiquero: solo, hambriento, miserable, harapiento, fracasado e infeliz. Cuando el muchacho compartió sus planes con su padre, estos no lo hicieron reír en absoluto; al contrario, le destrozaron el corazón, porque sabía que su hijo terminaría en el fondo del abismo.
La noticia prominente de hoy es: así como Dios espera que su hijo Israel emprenda el camino de regreso a casa, también espera que todos sus pródigos vuelvan pronto al abrazo de su Padre. Desestimar los magníficos planes de Dios para sus hijos siempre ha estado de moda, pero nunca ha dado buenos resultados. Imitemos a Jesús, quien fue el hombre más exitoso de la historia, no porque fuera el más rico, sino porque cumplió al pie de la letra la voluntad de su Padre.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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