SENAQUERIB VERSUS DIOS
SENAQUERIB VERSUS DIOS
«¿A quién has estado desafiando y ridiculizando? ¿Contra quién levantaste la voz? ¿A quién miraste con ojos tan arrogantes? ¡Fue al Santo de Israel!» (Is 37:27 NTV).
En el año catorce del reinado de Ezequías (701 a.C.), Senaquerib, rey de Asiria, atacó y conquistó las ciudades fortificadas de Judá. Lleno de orgullo y soberbia, envió a su jefe de Estado Mayor con un enorme ejército para enfrentarse al rey Ezequías en Jerusalén. El mensaje de Senaquerib para Ezequías y el pueblo de Judá fue claro: «¡Ríndanse, porque su Dios no los podrá librar de mis manos!». Así, Senaquerib se aseguró un lugar destacado en la tristemente célebre lista de blasfemos de la historia.
¡Qué insolencia tan evidente! Charles Spurgeon, el famoso predicador del siglo XIX, escribió: «Para que Dios controlara el tempestuoso mar no es nada en comparación con el poder que Él ejerce sobre Sí mismo al tolerar las provocaciones de los hombres impíos, la dureza de sus corazones, su rechazo de Cristo, sus frecuentes blasfemias y sus hechos vergonzosos». Al reflexionar sobre esta historia, me pregunto: ¿qué argumentos podían haber pasado por la mente de este rey para actuar con tal desfachatez?
Esa misma noche, el ángel del Señor visitó el campamento asirio y mató a 185,000 soldados. Senaquerib regresó a Nínive, la capital de su reino, y cierto día, mientras rendía culto en el templo de su dios Nisroc, fue asesinado por sus hijos Adramelec y Sarezer. Sin embargo, Dios es clemente y amoroso, lento para la ira y grande en misericordia; Senaquerib murió a aproximadamente 64 años, una vida bastante larga para un blasfemo, similar a la de muchos otros renegados en la historia.
¿Qué ganó Senaquerib al blasfemar contra el nombre de Yahweh? ¿Qué nos enseña la historia sobre el fin de aquellos que desafían públicamente al Señor? ¿Cómo se recuerda hoy a Senaquerib: como un héroe o como un tonto? ¿Qué sentido tiene seguir viviendo de espaldas a Dios? «Vuelve ahora en amistad con Él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien» (Job 22:21).
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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