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SANTOS QUE NO HACEN MILAGROS

SANTOS QUE NO HACEN MILAGROS

«¡Qué aflicción les espera a los que buscan ayuda en Egipto, al confiar en sus caballos, en sus carros de guerra y en sus conductores; y al depender de la fuerza de ejércitos humanos en lugar de buscar ayuda en el Señor, el Santo de Israel!» (Is 31:1 NTV).

Está establecido que el hombre fue creado para la gloria de Dios. Dios se ha revelado para que cada ser humano pueda conocerle, creer en Él y confiar en Su poder. Si una persona aparta su fe en Dios y la dirige hacia otra persona, institución o ídolo, está bajo maldición. Dejar de confiar en la protección de Dios para confiar en la protección del ejército egipcio es un signo de extrema necedad. Con justa razón, alguien preguntó: «¿Por qué pides deseos a las estrellas en lugar de a Aquel que las creó?».

En la historia bíblica no hay registro de que alguien haya indagado diligentemente para conocer la voluntad de Dios y la haya seguido al pie de la letra, haya cometido un error o haya fracasado. Tampoco existe registro de una persona que haya confiado en Dios como Señor y Salvador y haya sido defraudada o avergonzada.

Dios, a través del profeta Isaías, afirma que «no se debe rezar a santos que no hacen milagros» ni buscar ayuda en un «pozo vacío». Egipto, aunque fue una nación con una historia gloriosa, era un reino imperfecto y limitado, comparable a un gigante con la frente vulnerable a las piedras o a un titán con un talón vulnerable a las flechas. Según Isaías, los egipcios deberían inspirar lástima en lugar de confianza.

El sabio Salomón nos enseñó a confiar en Dios de todo corazón y a no apoyarnos en nuestra propia prudencia ni en ninguna otra. Debemos resistir la tentación de confiar en el Estado, los médicos, los bancos, los políticos o en nosotros mismos, antes que en nuestro Padre celestial. Recordemos cada día que, si Dios está con nosotros, nadie podrá contra nosotros.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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