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LA PAZ PERFECTA

LA PAZ PERFECTA

«Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confió en ti, a todos los que concentran en ti sus pensamientos» (Is 26:3 NTV).

Si todos añoramos la paz, ¿por qué es tan esquiva? Si todos le ofrecemos posada, ¿por qué es tan fugitiva? La paz no se obtiene con educación, ni con dinero, ni por medio de la meditación trascendental, porque nuestra mente no es capaz de auto pacificarse. La mente de todo ser humano ignora el significado de la paz porque nace furiosamente enferma por el pecado y vive lejos de la presencia de Dios. El profeta Isaías afirma que la perfecta paz se encuentra en Dios, porque las almas proceden de Él y solo cuando regresan a Él se encuentran en reposo.

La nación israelita le había dado la espalda a Dios y, por eso, vivían tronándose los dedos de miedo por la constante amenaza que significaban los asirios, la maquinaria bélica más cruel y demoledora de esa época. Aunque el pueblo de Israel era un caos y todos nadaban de aquí para allá en un mar de nervios, «Dios guardaba en perfecta paz a todos los que confiaban en Él». Porque Dios es la roca sólida donde las golondrinas pueden hacer sus nidos y descansar en paz con sus polluelos.

Es imposible tener paz en la mente si no hemos hecho la paz con Dios, primeramente. La paz con Dios se obtiene por medio de la justificación (salvación). Es decir, cuando el pecador se arrepiente de sus pecados y confiesa a Jesús como el Salvador de su vida, el Espíritu Santo aplica la justicia de Cristo a su vida y Dios lo declara justo, como si nunca hubiera cometido algún pecado. Así que, si no has solucionado primeramente el problema de tu pecado, yoga, romerías, ayunos, vigilias, ofrendas y rezos son meros placebos inútiles para una enfermedad espiritual aguda y terminal.

Cuando el creyente ha solucionado el problema de su pecado, depositando su fe en la obra vicaria de Jesucristo realizada en la cruz del Calvario, la inexplicable paz de Dios inunda su alma, ahuyenta el temor y le otorga el descanso, aún en medio de las tormentas. Alfonso de Huertas escribió: «Vivimos en un mundo de urgencias y, por lo mismo, de ansiedades. Dios es Dueño de todo el mundo y de todo el tiempo. Nunca dejaron de cumplirse sus promesas. Nunca el dolor tuvo la victoria final. La paciencia no es mera resignación, sino la capacidad de ver la luz eterna detrás de las nubes temporales».

--Carlos Humberto Suárez Filtrín

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