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ÍDOLOS DE MADERA

ÍDOLOS DE MADERA

«¡Cuánta estupidez y cuanta ignorancia! Tienen los ojos cerrados y no pueden ver; tienen la mente cerrada y no pueden pensar. La persona que hizo el ídolo nunca se detiene a reflexionar: “¡Vaya, es solo un pedazo de madera! Quemé la mitad para tener calor y la use para cocer el pan y asar la carne. ¿Cómo es posible que lo que queda sea un dios? ¿Acaso debo inclinarme a rendir culto a un pedazo de madera?”. El pobre iluso se alimenta de cenizas; Confía en algo que no puede ayudarte en absoluto. Sin embargo, no es capaz de preguntarse: “Este ídolo que tengo en la mano, ¿no será una mentira?”» (Is 44:18-20 NTV).

La nación que mejor conoció a Dios fue Israel, pero no le obedeció ni le agradeció. En lugar de eso, se dedicó a tallar ídolos de madera ya venerarlos: ídolos inútiles y fraudulentos, como dice: «Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos» (1 Cr 16:26). Según el profeta Isaías, postrarse ante los ídolos y adorarlos no es una forma de espiritualidad ni una expresión de religiosidad; ¡Es ignorancia y estupidez! Además, rezar a las estatuas es necesidad: «¡Qué necios son los que llevan consigo sus ídolos de madera y dirigen sus oraciones a dioses que no pueden salvarlos!» (Es 45:20 NTV).

Mientras que los dioses de madera son completamente indolentes, nuestro Dios es maravilloso y no hay nadie como Él: «Otros dioses necesitan adoración, servicio y sustento. Pero Yahweh no tiene necesidad alguna. Él tiene vida en sí mismo con una abundancia tal que desborda. Su gloria es inestimablemente buena, rebosante y generosa» (Michael Reeves). Así que: «Dios es amor, puro y simple. El amor no es una de sus características ni uno de sus atributos. El amor es el ADN de Dios» (Steven McVey). Por lo tanto, en cuanto a belleza, poder y carácter, Dios no admite comparaciones ni réplicas.

Concuerdo con el filósofo italiano Umberto Eco cuando dice: «La sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca», ni de madera, ni de carne y hueso, como los artistas, políticos o deportistas. Los ídolos son abominables y someten al ser humano a la oscuridad y la esclavitud, porque cuando finalmente abatimos a uno, será en beneficio de otro que ya se ha instalado en nuestro corazón. Por eso Juan Calvino dijo: «La mente del hombre es como una tienda de idolatrías y supersticiones», y yo añadiría que debemos vaciarla constantemente de toda esa basura y llenarla con la mente de Cristo: la sabiduría que nos guía en la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.

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