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FIEL A SU VOCACIÓN


FIEL A SU VOCACIÓN

«Más tarde, a escondidas, el rey Sedequías pidió que Jeremías fuera al palacio y allí el rey le preguntó: —¿Tienes algún mensaje de parte del Señor? —¡Sí, lo tengo!—dijo Jeremías—. Serás derrotado por el rey de Babilonia» (Jer 37:17 NTV).

Dios apartó y designó a Jeremías como su profeta mucho antes de su nacimiento. Le aconsejó que nunca tuviera miedo de las personas, pues Él estaría con él para protegerlo y defenderlo. Le otorgó autoridad para enfrentarse a los reyes y gobernantes de las naciones, indicándole que, en algunos casos, debía desarraigar, derrocar y destruir, pero en otros, tenía que educar, edificar y plantar. El éxito de su ministerio profético consistiría en ser fiel a su vocación: transmitir sin reservas el mensaje de Dios, tanto al rey como al pueblo.

El ejército babilonio había sitiado la ciudad de Jerusalén, mientras el ejército del faraón de Egipto apareció en la frontera sur de Judá para ayudar a los israelitas. Los babilonios levantaron temporalmente el asedio con el propósito de regresar y arrasar la ciudad, reduciéndola a cenizas. A pesar de esto, los judíos se aferraron a las falsas profecías, creyendo que los babilonios no regresarían. Sin embargo, volvieron y completaron la conquista del país, tal como Jeremías había afirmado.

El profeta de Dios no debe actuar como el camaleón, que cambia el color de su piel según la ocasión. Enrique de Borbón, un príncipe protestante, tuvo que convertirse a la religión del Estado para poder ser coronado rey de Francia y lograr la tolerancia religiosa oficial, diciendo: «París bien vale una misa». El falso profeta Hananías ya había muerto por hablar mentiras en nombre de Dios, y ahora Jeremías se encontraba en una situación crucial: ¿Adularía al rey Sedequías con palabras lisonjeras o profetizaría verazmente en nombre de Yahweh?

Agustín de Hipona dijo una vez: «Ni la gracia de Dios sola, ni él solo, sino la gracia de Dios con él». De igual manera, el profeta no es un superhombre dotado de superpoderes. Tampoco es alguien llamado por estar ya capacitado; más bien, el Espíritu Santo lo toma, como tomó a Jeremías, y lo va capacitando día tras día, dándole sabiduría, paciencia y fortaleza para cumplir con éxito las demandas de su llamado. Por lo tanto, si el ministerio profético es la más noble de las vocaciones a las que puede ser llamado un hijo de Dios, la única respuesta sabia y válida es: «Heme aquí, envíame a mí».

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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