CIUDAD DE PAZ Y BIENESTAR
CIUDAD DE PAZ Y BIENESTAR
«¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti! Mira, las tinieblas cubren la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la aurora del Señor brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria! Las naciones serán guiadas por tu luz, y los reyes por tu amanecer esplendoroso» (Is 60:1-3 NVI).
«Jerusalén es la luz del mundo» (Bereshit Rabbah). Jerusalén significa «ciudad de paz y bienestar», pero paz y bienestar es lo que menos ha tenido a lo largo de su historia. La ciudad de Jerusalén y el templo de Yahweh, construido por el rey Salomón, fueron sitiados, conquistados y finalmente destruidos por las tropas babilónicas bajo el mando del rey Nabucodonosor en 586 a.C. Sin embargo, esa no ha sido la única tragedia que ha sufrido; en el año 70 d.C., el general Tito, hijo del emperador Vespasiano, infligió un nuevo asedio a la ciudad, destruyéndola y saqueando el templo, del cual no quedó literalmente «piedra sobre piedra».
En este capítulo, el profeta Isaías describe el futuro resplandeciente de Jerusalén, que no brillará con luz propia, sino que será iluminada por la gloria del Señor. La «gloria» del Señor se refiere a la magnificencia de sus virtudes divinas y la potencia de sus atributos eternos. El fulgor de Dios ahuyentará las tinieblas que cubren la tierra y desvanecerá la densa oscuridad que se cierne sobre los pueblos. El mundo entero se prepara para un día radiante, lleno de perfección y eternidad. Los israelitas esparcidos por todo el mundo regresarán a casa y se regocijarán en el regazo de Abba. Como dijo Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz: «A Jerusalén no se va, a Jerusalén se regresa».
La alegría se desbordará en las calles de la ciudad, pues los mercaderes de todo el mundo vendrán trayendo sus riquezas, oro e incienso para adorar al Señor. Los grandes navíos provenientes de los confines de la tierra atracarán en los puertos del Mediterráneo y del mar Rojo, trayendo al pueblo de Israel de regreso a su hogar, transportando su plata y oro para honrar al Dios vivo y verdadero. Y los descendientes de aquellos que la atormentaron vendrán y se inclinarán ante ella, besarán sus pies y la llamarán «Ciudad de Jehová, Sion del Santo de Israel». Entonces, la violencia, la desolación y la guerra desaparecerán de la tierra y, finalmente, Jerusalén será una «ciudad de paz y bienestar».
Hoy en día, Jerusalén es la ciudad sagrada de las tres grandes religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islamismo). Sin embargo, todavía vive de espaldas a Dios. Jerusalén es hermosa, pero está profundamente dividida. Sobre el monte de Sion (explanada del Templo de Salomón) se yerguen el «Domo de la Roca» y la «Mezquita Al-Aqsa» (dos centros sagrados musulmanes). Aunque recibe millones de turistas al año que dejan cuantiosas regalías, su corazón está lejos de su Salvador y Rey. Jerusalén y todo Israel necesitan con urgencia volverse a Yeshua miNatzrat, su Mesías. Muy pronto, cuando Jesús regrese, Jerusalén será la capital del mundo: desde Sion gobernará con justicia y equidad, y las naciones vivirán en paz.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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