EN EL ATRIO DEL SANTUARIO
EN EL ATRIO DEL SANTUARIO
«Un solo día en tus atrios ¡es mejor que mil en cualquier otro lugar! Prefiero ser un portero en la casa de mi Dios que vivir la buena vida en la casa de los perversos» (Sal 84:10 NTV).
En cierta ocasión, C. S. Lewis, el famoso medievalista de origen irlandés, dijo: «Si nos encontramos con un deseo que nada en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fuimos hechos para otro mundo». Vivir en los «atrios» de Dios no significa levantar una tienda en el patio de un «templo» consagrado a las ceremonias religiosas, sino tener una comunión personal, fluida e íntima con el Dios vivo y verdadero. El ser humano fue creado por Dios y para Dios, y solo cuando vuelve a Él está plenamente satisfecho y completamente feliz.
Vivir en el centro de la voluntad de Dios es lo mejor que le puede ocurrir al ser humano. ¿Qué otra persona, institución o cosa podría ser mejor? Meditemos por un momento en lo que dijo Agustín de Hipona: «Cuando las personas escogen retirarse del fuego, el fuego continúa dando calor, pero ellos se enfrían. Cuando las personas escogen alejarse de la luz, la luz continúa siendo brillante, pero ellos están en la oscuridad. Esto es lo mismo que pasa cuando la gente se aleja de Dios». Por esa razón, el salmista afirma sin titubear que Dios es lo máximo y disfrutar de su presencia es vivir realmente.
La presencia de Dios es buena, agradable y perfecta, y cuando el salmista se dirigía en espíritu, alma y cuerpo hacia ella, gritaba de alegría y saltaba de emoción. El encuentro cara a cara con Dios es sublime y peculiar, y cada adorador tendrá sus propias reacciones: el rostro de Moisés resplandeció, el rey Saúl profetizó, el rey David se desinhibió danzando, el profeta Isaías cayó como muerto y el sacerdote Zacarías quedó mudo. ¿Y tú, cómo te sientes cuando estás en la presencia del Señor?
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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