CONFÍA EN EL CONDUCTOR
CONFÍA EN EL CONDUCTOR
«Nosotros, los amigos de Dios, esperamos impacientes que castigue a los malvados» (Job 24:1 TLA).
¿Por qué los impíos gozan de salud, bienestar y seguridad, mientras los justos sufren toda clase de penalidades? ¿Por qué la prosperidad acompaña a los malvados y la pobreza no se aparta de los buenos? ¿Por qué Dios retarda el juicio a los infames y no los castiga con prontitud? Estas y muchas otras preguntas revoloteaban en la mente de Job, generándole confusión, hastío y desánimo. ¡Job estaba intrigado por el silencio 'cómplice' que guardaba el Señor!
Para Elifaz, el embrollo estaba resuelto: los desastres acaecidos en la familia, la salud y los bienes de Job fueron causados por el juicio que Dios dictaminó por sus maldades. Tal vez Job prestó dinero a un amigo y le exigió una prenda en garantía, dejándolo desnudo. O, probablemente, le negó agua al sediento y comida al hambriento. O, quizás, pensaba que la tierra le pertenecía y que sólo él tenía derecho a disfrutarla. O, posiblemente, despidió a la viuda con las manos vacías y acabó con la esperanza del huérfano. Al parecer, los pecados de Job no tenían límites y Dios decidió sentenciarlo.
Corrie ten Boom, la escritora cristiana neerlandesa que brindó refugio a los perseguidos por el régimen nazi durante el Holocausto, y que fue recluida en Ravensbrück, Alemania, dijo: «Cuando el tren ingresa a un túnel y todo se pone oscuro, no botas el boleto y saltas del tren. Te quedas sentado y confías en el conductor del tren». Eso fue exactamente lo que hizo Job: cuando su vida ingresó a un túnel tenebroso, no botó su boleto ni saltó del tren. Permaneció sentado por siete años y confió en el conductor del tren. Y Dios lo sanó, lo vindicó y lo prosperó. ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en Él!
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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