LOS BUENOS PADRES
LOS BUENOS PADRES
«El pueblo de Israel sirvió al Señor durante toda la vida de Josué y de los ancianos que murieron después de él, los cuales habían vivido en persona todo lo que el Señor había hecho por Israel» (Jos 24:31 NTV).
Josué se destacó como un líder excepcional. Las Escrituras lo retratan como un individuo honesto e intachable. Sus relaciones abarcaban todos los aspectos de su vida: con Dios, con su esposa e hijos, con su mentor y líder espiritual Moisés, con sus hermanos de la tribu de Efraín, con las autoridades de la nación (ancianos, jueces y oficiales) y con el pueblo en general. Josué reverenciaba al Señor con todo el corazón y lo sirvió con dedicación durante toda su vida. Su adoración estaba exclusivamente dirigida a Yahweh, reconociendo su papel crucial al liberar al pueblo de la esclavitud en Egipto y al realizar prodigios durante su travesía por el desierto.
El liderazgo de Josué fue ejemplar gracias a su integridad hacia Dios; nunca se inclinó ante ídolos ni adoró a los dioses de los pueblos cananeos. Obedeció fielmente los mandamientos del Señor, como se establecen en el libro de la Ley, sin titubear en cumplir las órdenes divinas. Para su familia, fue un guía espiritual excepcional; su mente estaba siempre orientada por la Palabra de Dios, sin dobleces en su discurso ni en sus acciones. Además, desarrolló una ética personal digna, pues fue insobornable y digno de su investidura. Asimismo, mantuvo una ética personal intachable, siendo incorruptible y digno de su posición.
En la actualidad, es evidente que la moral mundial está en declive y la destrucción de los valores familiares es una manifestación clara de ello. La falta de liderazgo espiritual y moral por parte de los padres es alarmante. Han pasado de ser figuras de autoridad a meros donantes de esperma. Se parecen a los cajeros automáticos que solo dejan dinero para los gastos del hogar. En el mejor de los casos, se convierten en objetos decorativos dentro de la casa. Estos padres insulsos no huelen ni hieden, ya que carecen de influencia sobre sus esposas e hijos; no inspiran, no impactan su entorno y no dejan un legado significativo en la historia. Son como la sal insípida que ha perdido su sabor y ya no sirve para nada.
La noticia prominente de hoy es que nuestro Padre celestial es extraordinario. Él nos ha provisto de todas las herramientas necesarias para ser buenos padres y anhela enseñarnos a usarlas con habilidad, tal como lo hizo con Josué. Ser un buen padre es una de las tareas más desafiantes para el hombre, pero con la ayuda de Dios, también es posible llevarla a cabo con excelencia. En estos tiempos postmodernos, los buenos padres parecen ser una especie en peligro de extinción. Por lo tanto, es momento de que tú y yo nos levantemos en medio de esta generación corrompida y afirmemos con determinación: «¡Yo y mi casa serviremos a Jehová!».
–Carlos Humberto Suárez Filtrín
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