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NI PARA SER REY DE INGLATERRA


NI PARA SER REY DE INGLATERRA

«Mira, yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel en lugar de todos los primogénitos, los que abren el seno materno de entre los hijos de Israel. Los levitas, pues, serán míos. Porque mío es todo primogénito; el día en que herí a todos los primogénitos en la tierra de Egipto, consagré para mí a todos los primogénitos en Israel, desde el hombre hasta el animal. Míos serán; yo soy el Señor» (Nm 3:13 LBLA).

Israel halló gracia ante los ojos de Dios y Dios lo apartó de entre los pueblos como su primogénito. De las doce tribus que forman el pueblo de Israel, Dios apartó a los levitas para que fueran sus primogénitos y le sirvieran como sus sacerdotes. Así que, los levitas eran los primogénitos de los primogénitos, qué honor tan grande y qué posición tan exaltada, y todo por la bendita gracia del Señor. Pero, ¿quiénes eran los levitas? Los levitas eran los descendientes de Leví, el tercer hijo de Jacob en su esposa Lea. Recordemos que Leví tuvo tres hijos: Gersón, Coat y Merari. Coat tuvo cuatro hijos: Amram, Izhar, Hebrón y Uziel. Amram se casó con Jocabed y tuvieron tres hijos: Aarón, Moisés y Miriam. Aarón halló gracia ante los ojos de Dios y fue escogido para ser sumo sacerdote y así representar a Dios ante el pueblo e interceder por el pueblo ante Dios. Aarón se casó con Elisheva o Elisabet y tuvieron cuatro hijos: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. Nadab y Abiú murieron cuando quemaron ante el Señor un fuego extraño que él no había ordenado y sólo quedaron Eleazar e Itamar para ministrar como sacerdotes junto con su padre Aarón.

Los deberes de los levitas dentro y fuera del tabernáculo eran honrosos y sagrados. Debían cuidar de todo el mobiliario de la tienda de reunión y servir dentro de ella en representación de todos los israelitas. Debían ayudar a Aarón y a sus hijos porque de entre todo el pueblo ellos fueron dedicados para este propósito. El privilegio de servir en el tabernáculo era tan especial, que si alguna persona no autorizada se acercaba al santuario sería ejecutada _ipso facto_. La selección de los levitas como los primogénitos de Israel fue por la pura gracia de Dios y significaba que se les había otorgado un papel exclusivo en el culto al Señor. Los levitas no eran una tribu sobresaliente entre sus hermanos para ser escogidos por Dios, no eran los más numerosos, ni los más fuertes, ni los más sabios, ni los más ricos, ni los más simpáticos, simplemente Dios en su gracia puso sus ojos sobre ellos para mostrar su misericordia y su bondad, amarlos tiernamente, vestirlos dignamente y capacitarlos diligentemente para ministrar delante de su presencia. Así es nuestro Dios, no elige a los capacitados, sino que capacita a los que llama.

El Sumo Sacerdote Aarón era responsable de ofrecer sacrificios y ofrendas en el Tabernáculo en nombre del pueblo, así como realizar rituales de purificación y expiación por los pecados del pueblo. Además, era el guardián de la ley pues enseñaba, interpretaba y aplicaba la Torá al pueblo. Su posición era actuar como el principal representante del pueblo ante Dios, especialmente en los días sagrados y en los festivales anuales. Aarón y sus hijos custodiaban el Arca del Pacto que se encontraba en el Lugar Santísimo, el trono visible de Dios en la tierra, desde el lugar donde Dios hablaba con su pueblo y los dirigía según sus planes y propósitos. Allí entraba Aarón una vez al año, en el Día de la Expiación (Yom Kippur), para rociar la sangre en el propiciatorio y así recibir el perdón de Dios por sus pecados personales y por los de todo el pueblo. Aarón y sus hijos eran los responsables de supervisar las ceremonias y las fiestas solemnes y administrar los votos y juramentos que el pueblo hacía delante del Señor.

En la actualidad, los levitas podrían ser comparados con todos aquellos que hemos sido elegidos por gracia para servir al Señor en su santo ministerio. Hemos recibido un altísimo honor y un dignísimo privilegio que no merecíamos, porque no sobresalíamos en nada, ya que ni éramos los más fuertes, ni los más sabios, ni los más ricos, ni los más simpáticos; éramos personas por demás de común y corrientes, que fuimos seleccionados del montón para representar al Señor ante su pueblo amado y ante el mundo perdido. Conocer al Dios vivo y verdadero es la experiencia más sublime que un hombre puede anhelar; servir al Rey de reyes y Señor de señores es el privilegio más exaltado que un hombre puede recibir; estudiar, interpretar y enseñar la Palabra de Dios es el oficio más noble a la que un hombre se puede dedicar. Charles Spurgeon, el príncipe de los predicadores, dijo: «Si Dios los llama a ser predicadores del evangelio, resístanlo todo lo que puedan; y cuando ya no puedan resistirlo, acéptenlo; y cuando lo acepten, no lo dejen ni para ser rey de Inglaterra».

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

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