NADA QUE VER CON ÍDOLOS
NADA QUE VER CON ÍDOLOS
«No se hagan ídolos, ni levanten en su tierra imágenes talladas ni columnas sagradas ni piedras esculpidas para rendirles culto. Yo soy el Señor su Dios» (Lv 26:1 NTV).
Dios sacó a Israel de Egipto para que lo conociera y lo adorara. Dios es único y no hay otro fuera de Él, por lo tanto, adorar a otros dioses sería una violación a este principio fundamental de la fe. El pueblo no andaría en tinieblas, porque Dios le dio sus leyes para que las pongan por obra. El Señor anhela que su pueblo le adore solo a Él y que ese buen testimonio resplandezca entre las naciones de la tierra. Dios tiene un pacto firmado con los israelitas, que implica un compromiso de amor, devoción y servicio exclusivo con Él. Por lo tanto, Israel debe ser fiel y leal únicamente a Dios; adorar a otros dioses se percibe como una traición a esta relación íntima entre Dios y su pueblo. Adorar a otros dioses implicaría la participación en prácticas abominables prohibidas por la ley. La desobediencia a estas leyes traería lamentables consecuencias, porque serían arrastrados a la corrupción espiritual y moral, alejando a la congregación del camino de rectitud.
Esta prohibición es un eco del segundo mandamiento (Ex 20:4-6). Estas «imágenes talladas» eran objetos físicos que fueron hechos por el hombre con la intención de representar deidades, ídolos o figuras religiosas. Estas imágenes podían ser talladas en madera, piedra, metal u otros materiales y se utilizaban en el culto a diferentes dioses o seres sobrenaturales. Las imágenes talladas eran parte de las prácticas religiosas de todas las culturas antiguas, por eso Israel debía evitar hacerlas y menos postrarse ante ellas. Adorar estas imágenes violaría la fe monoteísta de Israel, que sostiene que solo hay un Dios vivo y verdadero, y que no debe ser representado físicamente en forma de imágenes porque es Espíritu y no una criatura.
De igual manera, las «columnas sagradas», también conocidas como «asherah», eran símbolos asociados con la fertilidad y la adoración de la diosa cananea Asera, una deidad femenina vinculada con la naturaleza, la fertilidad y la maternidad. Las columnas sagradas generalmente eran pilares o postes de madera, a menudo colocados en lugares sagrados como santuarios o templos, donde eran adorados y ofrecidos sacrificios. Algunos eruditos creen que estas columnas sagradas, por la asociación con la diosa Asera, podrían haber tenido formas fálicas, debido a su conexión a la fertilidad y a la naturaleza. Lo cierto es que estas columnas sagradas eran considerabas abominables a los ojos de Dios. La prohibición tajante contra las imágenes talladas, las columnas sagradas y las piedras esculpidas es recurrente, porque Dios es celoso de la adoración de su pueblo y aborrece visceralmente la idolatría.
Jesús dijo que el mandamiento más importante es: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente». Cuando el Señor Jesús fue tentado en el desierto por el demonio, afirmó: «Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás». De tal manera que no hay manera de perderse, Dios quiere sentarse en el trono del corazón de cada uno de sus hijos y ser adorado por ellos. Dios quiere ser la primera persona que se nos venga a la mente al despertar y la última persona en la cual pensemos al acostarnos. Dios merece que lo amemos con cada fibra de nuestro corazón, que lo adoremos en espíritu y en verdad y que lo sirvamos con toda la fuerza de nuestro ser. Dios quiere ser nuestra prioridad en la vida y no un plato de segunda mesa. El Señor no compartirá su gloria con nada ni con nadie en nuestra alma. Dios será el primero, el único y el mejor en la vida de su pueblo, o no será nada.
–Carlos Humberto Suárez Filtrín
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