LA VENGANZA DE DIOS
LA VENGANZA DE DIOS
«Antes de partir de este mundo para reunirte con tus antepasados, en nombre de tu pueblo tienes que vengarte de los madianitas» (Nm 31:2 NVI).
Al final de su jornada en esta tierra, Moisés recibió una última misión de Dios en nombre de su pueblo Israel: tomar venganza contra los madianitas por haber conducido a Israel a la idolatría. Durante su travesía desde Egipto hacia la Tierra Prometida, los israelitas estuvieron acampados en Sitim, cuyo nombre significa «arboleda de Acacias». Sitim fue su último campamento antes de cruzar el río Jordán para ingresar a la Tierra de Canaán, alrededor del año 1400 a.C. Mientras el pueblo de Israel acampaba en Sitim, algunos israelitas tuvieron relaciones sexuales con las mujeres moabitas de la región. Estas mujeres los invitaron a participar en sacrificios a sus dioses, y los israelitas comenzaron a rendir culto a los dioses de Moab. De esa manera, Israel se unió al culto a Baal de Peor, lo que provocó la ira del Señor contra su pueblo (Nm 25:1-3).
Balaam, un profeta enemigo del pueblo de Israel, aconsejó a los moabitas que las mujeres de la región sedujeran a los israelitas para tener relaciones sexuales ilícitas con ellas y participar en el culto al dios Baal de Peor. Este pecado de idolatría desencadenó una plaga en la comunidad del Señor (Nm 31:16). La situación llegó a un punto crítico cuando un israelita llevó a una madianita a su carpa frente a Moisés y todo el pueblo. Al presenciar esto, el sacerdote Finees, hijo de Eleazar y nieto de Aarón, corrió tras ellos hasta la carpa. Al encontrarlos en pleno acto de fornicación, los atravesó a ambos con una lanza. Este acto heroico detuvo la plaga contra los israelitas, pero ya habían muerto veinticuatro mil personas (Nm 25:6-9).
Los moabitas y madianitas eran dos pueblos distintos que compartían una misma zona geográfica al este del río Jordán. Los moabitas descendían de Moab, el hijo menor de Lot, mientras que los madianitas descendían de Madián, hijo de Abraham con su segunda esposa, Cetura. A pesar de ser parientes lejanos de los israelitas, ambos pueblos mostraron hostilidad durante el paso de los israelitas por el desierto en su camino a la Tierra Prometida. La venganza contra los moabitas y madianitas fue llevada a cabo por el ejército israelita, compuesto por doce mil hombres bajo el mando de Finees. Durante la campaña militar, se eliminó a todos los hombres de estos pueblos, incluidos los cinco reyes madianitas (Evi, Requem, Zur, Hur y Reba), así como a Balaam, las mujeres y los niños varones. Además, se incendiaron las ciudades y aldeas, y los israelitas saquearon las doncellas vírgenes, el ganado, los rebaños y todas las riquezas que encontraron a su paso, dejando al país en completa ruina.
Pero, ¿por qué Dios ordenó semejante destrucción? La Biblia afirma que todos los seres humanos han pecado y están defenestrados de la gloria de Dios. Por lo tanto, si Dios decidiera en cualquier época de la historia ejecutar a todos los seres humanos y condenarlos al infierno, sería una retribución equitativa a su maldad y punto. La venganza de los israelitas sobre los madianitas concuerda perfectamente con el carácter santo, justo y benevolente de Dios. A pesar de la destrucción causada por los israelitas, Dios, en su bondad, les permitió levantarse nuevamente y volver a oprimir a los israelitas en la época de Gedeón. Los madianitas, al igual que todos los pueblos de la región, eran rebeldes, malvados, perversos, idólatras y corruptos hasta los tuétanos. Habían sobrepasado con creces la paciencia de Dios. Por tal razón, Dios usó a su pueblo Israel como el instrumento de su justo juicio. Amor y justicia son las dos caras del perfecto carácter divino. Desde siempre has sido importante para Dios, por eso envió a su Hijo al mundo para morir en la cruz por tus pecados. Cree en Jesús y confiesa que él es tu Señor y Salvador, y tendrás vida plena y eterna.
–Carlos Humberto Suárez Filtrín
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