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HOJA DE RUTA EXITOSA


HOJA DE RUTA EXITOSA

«Y les dirás: “Esta es la ofrenda encendida que ofreceréis al Señor: dos corderos de un año, sin defecto, cada día como holocausto continuo» (Nm 28:3 LBLA).

Dios ordenó a su pueblo Israel dos holocaustos diarios por varias razones:

1. Recordar al pueblo que Dios es santo y adorarlo requiere santidad. Los sacrificios de holocausto tenían un significado expiatorio importante. Si bien los holocaustos no eliminaban el pecado de manera definitiva, simbolizaban la necesidad cotidiana de purificación y perdón de los pecados del pueblo. Además, el pecado separa al pueblo de Dios, por lo que se requería el sacrificio de animales para la remisión de pecados. Dios ordenó que los animales que vayan a ser sacrificados fueran corderos de un año y sin ningún defecto. La palabra «holocausto» (heb. «olah») significa «ascendente». Probablemente se refiera al humo del sacrificio que ascendía como un olor fragante hacia la presencia de Dios. Por las razones antes mencionadas, el holocausto es un acto de adoración y devoción hacia Dios. Al ofrecer un holocausto se estaba reconociendo la soberanía y el señorío de Dios sobre la nación y expresando su compromiso y gratitud hacia él.

2. Recordar al pueblo que no se puede pecar sin sufrir las consecuencias es fundamental. Como dice el principio universal, «todo lo que el hombre siembra, eso también cosechará». El pecado es un asunto serio y remitirlo tiene un costo muy alto en cuestión de tiempo, dinero y esfuerzo. En el contexto del culto a Dios, se requería el sacrificio diario de dos corderos, acompañado de ofrendas de granos, harina, aceite y vino. Miguel de Cervantes expresó que «los delitos llevan a las espaldas el castigo», sugiriendo que los delitos no quedan impunes y que aquellos que los cometen deben asumir sus responsabilidades. Estas ofrendas no se realizaban para enaltecer la autoestima de Dios ni para incrementar los ingresos en las arcas celestiales, sino más bien para enseñar que aquellos que siembran pecado cosecharán pérdidas en todas las áreas de la vida cotidiana.

3. Recordar al pueblo que la obediencia a Dios es su pan. Los sacrificios diarios de holocaustos afirmaban la absoluta sujeción del pueblo a la ley de Dios y se consideraban un aroma agradable ante su presencia, nutriendo así su corazón espiritual. Al ofrecer holocaustos, el pueblo renovaba su compromiso con Dios y su fidelidad al pacto establecido en el Sinaí. Parafraseando al pastor John MacArthur, Dios no requería innovación o creatividad de su pueblo amado, sino obediencia y fidelidad a su Palabra. Como señaló el gran predicador Spurgeon, «obedecer a medias es desobedecer totalmente». Luego añadió: «No somos salvos por obediencia, porque la obediencia es resultado de la salvación. Somos salvos por fe, porque la fe nos conduce a la obediencia». Por lo tanto, Israel, por fe, debía obedecer al ofrecer estos holocaustos como adoración a Dios y para agradar su corazón.

Entonces te preguntarás: ¿Cómo puedo ser salvo y adorar a Dios siendo una persona tan débil, limitada y llena de errores? El pastor Jonty Allcock responde a esa interrogante en su reciente libro "Mandamientos imposibles": «La perfección no es el estándar que tienes que alcanzar para ser aceptado en la familia de Dios; es el estándar que Jesús ha cumplido para darte la bienvenida a ella». Así que hoy mismo puedes acercarte a Jesús con todos tus fracasos, y él te dará la fe para obedecer a sus mandamientos. Cree en Jesús con todo tu corazón, y él te mostrará una hoja de ruta exitosa para el resto de tu vida.

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

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