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DELEITE 2.0


«Por lo tanto, llegué a odiar la vida, porque todo lo que se hace aquí, bajo el sol, es tan complicado. Nada tiene sentido, es como perseguir el viento» (Ec 2:17 NTV).

El mensaje del libro de Eclesiastés es claro y contundente: ¡Fuera de Dios, nada, absolutamente nada tiene sentido! Salomón disfrutó de la dulce comunión con Dios por un tiempo, le conoció personalmente y platicó con Él cara a cara. Pero, el poder, la fama y las mujeres apartaron su corazón del Señor, pues se dedicó a investigar y experimentar todo lo que el mundo ofrece, para terminar completamente frustrado con todo y desilusionado de todos, excepto de Dios, del cual nunca debió irse.
Salomón tuvo todo, absolutamente todo lo que un hombre puede desear: alegrías y placeres de toda índole, abundante conocimiento y sabiduría más que cualquier otro rey sobre la tierra, enormes mansiones y preciosos viñedos, jardines con árboles frutales y vergeles florecientes, compró una gran cantidad de esclavos y esclavas, cuantiosas manadas y rebaños desmesurados, amasó ingentes cantidades de oro y plata, disfrutó de espectáculos estupendos y se acostó con cientos de hermosas concubinas. Pero, nada, absolutamente nada de todo eso le dio sentido a su vida.
El infausto camino de la decepción por el que anduvo Salomón, es el mismo que recorren diariamente todos los seres humanos que viven sin Dios. El famoso apologista cristiano, C. S. Lewis, dijo: «Dios no puede darnos paz y felicidad aparte de sí mismo, porque no existe tal cosa». No es un misterio, es la cruda realidad: «Si miras al mundo, estarás angustiado. Si miras dentro de ti mismo, estarás deprimido. Si miras a Dios, estarás en paz» (Corrie ten Boom).
Salomón llegó a la jubilosa conclusión que Dios es la respuesta a todas nuestras interrogantes, la solución a todos nuestros problemas, el pan y el agua que sacia nuestra hambre y sed, la música que embelesa nuestros oídos, la luz que alumbra nuestro sendero, la compañía que endulza nuestras conversaciones y el norte que orienta nuestras vidas hacia la plenitud. El escritor estadounidense, John Piper, dijo: «¡Qué el deleite infinito y eterno de Dios en el mismo Dios, pueda fluir ahora en nosotros a través del Espíritu Santo! ¡Ésa es nuestra gloria y nuestro gozo!».
—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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