ALABANZA IN CRESCENDO
«¡Que todo lo que respira cante alabanzas al Señor! ¡Alabado sea el Señor!» (Salmo 150:6 NTV).
El ‘himnario bíblico’ comienza con una sabia exhortación a todos los creyentes de buscar la dicha y la prosperidad en la vida, por medio de una búsqueda genuina de la santidad y una meditación profunda y obediente de la Ley del Señor. El final del ‘Salterio’ es realmente impactante, porque el autor de los últimos cánticos desarrolla una magnifica secuencia de ‘alabanza in crescendo’ a YHWH.
En el Salmo 146, el salmista se anima a sí mismo para alabar al Señor por todas las bendiciones que ha derramado sobre su propia vida. En el Salmo 147, el compositor canónico anima esta vez a los habitantes de la ciudad de Jerusalén y a toda la nación de Israel para alabar al Señor por la provisión y la protección que ha desplegado por siglos a su favor.
En el Salmo 148, el hagiógrafo anima al Sol, la luna y las estrellas, a todos los ángeles y a los ejércitos celestiales, para alabar al Señor por todas sus proezas y maravillas. Luego extiende el incentivo a las criaturas del océano y aves del cielo, a todos los fenómenos naturales, a los árboles y a las montañas, a los animales salvajes y domésticos, a los reyes y gobernantes, ancianos, jóvenes y niños, que todos alaben al Señor porque su nombre es grande y su gloria es eterna.
En el Salmo 149, el escritor sagrado estimula a los fieles creyentes del pueblo de Dios que alaben y exalten el nombre de YHWH, porque sus juicios son justos y su salvación es gloriosa. En el Salmo 150, el dulce cantor de Israel interpreta un cierre apoteósico, porque atrae a todo lo que respira, es decir, a todos los seres vivos en el Universo, para que alaben el nombre de YHWH, con todos los instrumentos posibles, en todas las maneras posibles y con toda la carga emocional posible. ¡Todos alaben al Señor!
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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