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¡AMOR INAGOTABLE!


«Pero tú, oh Señor, eres Dios de compasión y misericordia, lento para enojarte y lleno de amor inagotable y fidelidad» (Salmo 86:15 NTV).

Si hay una constante en la vida en este planeta, que salta fácilmente a la vista de cualquier observador, es el hecho que todas las cosas son limitadas, corruptibles y perecederas. Ahora bien, si te pidieran enumerar algunas cosas que se encuentran en abundancia en la tierra, ¿qué objetos te vendrían a la mente? Bueno, en los salmos que nos ha tocado meditar este día hay uno muy importante que se menciona nueve veces: ¡El amor inagotable de Dios! Es posible que el salmista desconocía muchos aspectos del carácter de Dios, pero había uno que lo entendía muy bien: el amor de Dios no tiene límites, no se corrompe con el mal ni se extingue con el tiempo.
Por lo tanto, se puede afirmar que la virtud más atractiva y más distinguida del carácter de Dios es su amor inagotable. Mientras que a los dioses falsos se los describen generalmente como seres desalmados, iracundos, intrigantes y licenciosos, la personalidad de YHWH contrasta con todos ellos, porque su amor es real y no pertenece al género de la ficción. El filósofo estadounidense, Dallas Willard, escribió: «Amar no es difícil para Dios. Dada su naturaleza, lo imposible para Dios es no amar».
Por otra parte, podemos confiar y descansar siempre en el hecho que el amor de Dios por sus criaturas terrenales es noble y constante. En el Calvario Dios nos demostró fehacientemente su amor: «Por medio de la cruz, Dios mostró que ni el asesinato de Dios es capaz de lograr que Dios deje de amarnos y relacionarse con nosotros» (John Goldingay). Es decir, que «en la cruz, Jesús nos mostró hasta qué extremo llega el amor de Dios» (Henry Nouwen).
En estos salmos se asevera que el amor y la verdad del Señor son virtudes que caminan en perfecta armonía. No se traslapan ni se contradicen, por el contrario, se desarrollan y se validan mutuamente: «El amor inagotable y la verdad se encontraron; ¡la justicia y la paz se besaron!» (Salmos 85:10 NTV). Maravilla de maravillas: Jesús en obediencia a la magnífica voluntad de su Padre, al morir crucificado en la cruz del Calvario, logró la extraordinaria convergencia que el amor y la justicia, virtudes divinas cardinales, se abracen y se besen para siempre.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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