¡SEA HECHA TU VOLUNTAD!
"Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que tú quieres" (Lucas 22:42 TLA).
Jesús en Getsemaní sabía exactamente lo que le esperaba en las próximas horas, sería "prensado como el aceite": un juicio ilegal e injusto, ser abofeteado en la cara y ser golpeado en la cabeza, ser abandonado por todos y ser negado por su discípulo "estrella", pasar en vela toda la noche sin recibir comida ni agua, comparecer ante Pilato y Herodes, ser azotado brutalmente y escupido en el rostro, ser vestido con un manto púrpura y coronado con espinas, ser obligado a cargar su cruz en la que sería crucificado, y al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trataría como pecador.
Jesús clamó para que el Padre le librara del trago amargo de morir en la cruz. Su alma estuvo en agonía por tres horas, sus funciones vitales e intelectuales estuvieron al borde del colapso, por eso un ángel descendió para confortarlo. Jesús nunca soñó ni deseó la cruz, fue a ella por obedecer a la voluntad de su Padre. Jesús aceptó que el castigo de nuestra paz recayera sobre él.
El silencio del Padre confirmó que la cruz era el único camino para que el mundo pueda llegar a Él. Entonces, ¿de qué manera el Padre le hubiera librado de ese trago amargo? Si Dios le hubiera contestado la oración a su Hijo, ¿hubiésemos sido salvos de otra manera? En todo caso, Jesús oró que no se haga su voluntad, sino la voluntad de su Padre.
En medio de esta pandemia de Covid-19 debemos orar como Jesús: Padre, si es posible que pase de nosotros este trago amargo, pero que no se haga nuestra voluntad sino la tuya. Por medio de la pandemia Dios está sanando muchas vidas, familias, iglesias locales, empresas, naciones y el medio ambiente. ¡Sea hecha tu voluntad, Dios!
—Carlos H. Suárez F.
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