SOMOS POLVO
"Pues él sabe lo débiles que somos; se acuerda de que somos tan solo polvo" (Salmos 103:14 NTV).
Con una Plaza de San Pedro desierta, el papa Francisco consideró el Covid-19 como una tempestad inesperada y furiosa "que desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas debilidades". Y lo dice con tanta razón, pues en Italia, uno de los tres países más influyentes de la Unión Europea, la pandemia está produciendo una verdadera calamidad que ya supera los 86 mil contagiados y los 9 mil muertos.
El hombre no es más que polvo: débil, vulnerable, frágil e indefenso. Lucia Macchi, una italiana de 90 años, dijo: "¡Y piense cuán frágiles somos que un virus nos puso a todos de rodillas!". El hombre se ufana de haber alcanzado su "mayoría de edad" para no necesitar de Dios, pero está tan equivocado, pues el Covid-19, una minúscula expresión de vida, tiene en vilo a todo el planeta con 576 mil contagiados y 26 mil muertos en 200 países.
La vida humana es finita en este mundo, pero su necedad parece no tener límite. La pandemia pudiera terminar pronto, si el mundo obedeciera a la voz de Dios: "Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar" (Isaías 55:7 RV95).
Cuando el impío rey de Nínive oyó el mensaje de Dios en labios del profeta Jonás: "De aquí a cuarenta días Nínive será destruída", se arrepintió de sus vicios y pecados, se humilló en cilicio y cenizas, ordenó que todo el pueblo se humillara y que aún los animales hicieran ayuno, y Dios los perdonó y sanó su tierra. ¿Lo hará Boris Johnson que ya dio positivo?
—Carlos H. Suárez F.
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