PALABRAS QUE TRANSFORMAN
"Así es mi palabra. Yo la envío y siempre produce fruto. Realiza cuanto yo quiero y prospera en dondequiera la envíe" (Isaías 55:11 NBV)
Karl Olsen fue un colportor entre los pueblos remotos del Este de Polonia. Sucio, hambriento y agotado llegó al poblado de Barren. Se alojó en la primera casa que encontró, el hogar de Antoni y Marja Kowalski. Antes de la cena, Karl leyó la historia del “buen samaritano” a sus tres hijos, los cuales quedaron fascinados y convencieron a su papá de comprar una Biblia para la familia. Esa fue la única Biblia que Karl vendió en Barren.
En las frías tardes de invierno, Antoni leía las bellas historias bíblicas a su familia y a sus vecinos. El impacto de la lectura y la meditación de la Biblia fue tal, que toda la familia aceptó a Jesucristo como Señor y Salvador; y al poco tiempo se formó una iglesia de 200 hermanos. La Biblia de los Kowalski era la única en el pueblo: “¡Si tan solo Karl supiera lo que esa Biblia ha hecho en este pueblo!”, pensaba Antoni.
Así que, con el temor de que la Biblia se perdiera o se la robaran, Antoni les repartió a todos porciones para que las memorizaran. En las reuniones se pedía que alguien recitara un capítulo, luego se levantaba otro y, finalmente, Antoni leía la Biblia textualmente. Una gran parte de la Biblia fue memorizada por estos fieles creyentes.
Varios años después, Karl regresó a Barren y los Kowalski lo recibieron nuevamente en su hogar. Todo el pueblo corrió al hogar de los Kowalski a darle la bienvenida a Karl, quien no terminaba de entender por qué. Estando todos reunidos, Karl pidió que alguien dijera algún versículo de memoria, pero para su sorpresa, uno a uno se ponían de pie y recitaban largos capítulos de memoria: “Decidimos guardar la Palabra de Dios en nuestros corazones, allí estará más segura”, concluyó Antoni.
Karl Olsen se quedó por una semana enseñando a los nuevos creyentes las grandes verdades del evangelio a los pobladores de Barren. Muchos compraron sus propias biblias para leerlas y memorizarlas en familia. La noche antes de partir, Karl oró: “Señor, la primera vez que vine a este lugar creí que el fruto de haber venido a este remoto lugar había sido poco. Una sola Biblia era muy poco para tanto esfuerzo. Pero gracias porque tú puedes utilizar unos pocos panes y pececillos para alimentar a multitudes. Gracias por hacer una gran obra en este lugar por medio de una sola Biblia”.
Y tú, ¿qué estás haciendo para que la Palabra de Dios corra y sea glorificada entre los pueblos? ¿Habrá una mejor cosa en este mundo, que poner una Biblia en las manos de un ser humano? ¡Piénsalo!
-Carlos H. Suárez
Plan de lectura de la Biblia completa en un año:
Abril 18, 2019
1 Samuel 3-4
Lucas 15:1-10
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