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¡HUMÍLLATE!


“Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo esto… La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media tomó el reino, siendo de sesenta y dos años” (Daniel 5:22, 30-31).

Belsasar, primogénito de Nabonido, fue el último rey de Babilonia. Belsasar ofreció un gran banquete a mil de sus príncipes y cuando el vino se le subió a la cabeza, hizo traer los utensilios de oro y de plata que Nabucodonosor sustrajo del Templo de Jerusalén. Entonces en un acto de suprema arrogancia, el rey y toda la concurrencia, bebiendo vino en las vasijas sagradas, alabaron a todos los dioses del panteón babilónico.

Belsasar nos ilustra como el poder, la fama y las riquezas son elementos nocivos para la salud del alma. Primero, porque le hacen creer al que las posee que las merece. Segundo, porque el que las posee cree que es por su ingenio y sus fuerzas que las ha adquirido. Tercero, porque al tenerlas se les hace difícil controlar su hedonismo y se descarrían.

Unos años antes Dios ya había castigado la soberbia de Nabucodonosor enviándolo por siete años a morar y a pastar entre las bestias del campo. Pero el joven Belsasar no aprendió de la experiencia de su abuelo y tampoco humilló su corazón; ahora Dios va a castigar su soberbia con su propia muerte y con la caída de su reino Babilonia en el 539 a.C.

Todos los seres humanos nacemos tendenciosos hacia el orgullo y la vanidad. Agustín de Hipona, el famoso teólogo de la antigüedad creía que “el orgullo era la raíz del pecado”, es decir, “el pecado antes del pecado”. Humíllate, antes que Dios lo haga. Recuerda que la gracia de Dios es infinita, pero su paciencia no.

-Carlos H. Suárez
IGLESIA CRISTIANA
HEME AQUÍ SEÑOR

Plan de lectura de la Biblia completa en un año:

Marzo 24, 2019
Deuteronomio 29-30
Lucas 3:21-38

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