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¡NO CONFUNDAS LA PACIENCIA DE DIOS CON DEBILIDAD!

¡NO CONFUNDAS LA PACIENCIA DE DIOS CON DEBILIDAD!

«Me contestó: —Los pecados del pueblo de Israel y Judá son muy, pero muy grandes. La tierra esta llena de homicidios; la ciudad está colmada de injusticia. Ellos dicen: "¡El Señor no lo ve! ¡El Señor ha abandonado esta tierra!". Por eso no les perdonaré la vida ni les tendré compasión. Les daré todo su merecido por lo que han hecho» (Ezequiel 9:9-10 NTV).

La descripción que Dios hace, por medio de sus profetas, sobre la condición moral y espiritual de Israel y Judá es devastadora… y, al mismo tiempo, inquietantemente actual. Lo que el Señor denunció en aquellas naciones podría aplicarse a casi cualquier país de la tierra hoy. El premio Nobel portugués José Saramago observó con ironía: «¿Qué clase de mundo es este, que puede mandar máquinas a Marte y no hace nada para detener el asesinato de un ser humano?». Su frase revela la contradicción de nuestra modernidad: alcanzamos prodigios tecnológicos, pero seguimos fracasando en lo esencial, la dignidad y el respeto por la vida humana.

En tiempos de Jeremías y Ezequiel, los tres pecados principales de Israel y Judá eran claros: idolatría, homicidios e injusticias sociales. Sus líderes y su pueblo habían dejado de lado la ley de Dios, sustituyendo la adoración genuina por cultos falsos y confiando más en alianzas políticas que en la protección divina. Se llenaron de violencia y corrupción, cumpliendo la advertencia de Willy Brandt, exalcalde de Berlín: «Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen».

Pero el problema no terminaba allí. Aquellas naciones se volvieron cínicas y temerarias, cometiendo sus maldades sin remordimiento alguno. Se autoengañaron, creyendo que Dios estaba distraído, como un anciano incapaz de intervenir en la historia. Confundieron la paciencia y la longanimidad divinas con debilidad, olvidando que la demora en el juicio no es indiferencia, sino misericordia que llama al arrepentimiento.

Jeremías en Judá, Ezequiel en Babilonia y todos los profetas desde Moisés repitieron el mismo mensaje: «El Señor no pasará por alto el pecado para siempre. Vuelvan a Él antes de que sea tarde». Sin embargo, el pueblo endureció su corazón, se negó a escuchar, no se arrepintió… y finalmente pereció bajo el juicio inevitable.

La noticia prominente para hoy es contundente: Dios no perdonó los crímenes ni tuvo compasión de su propio pueblo cuando persistió en la rebelión. ¿Crees acaso que contigo será diferente? No pienses que tus vicios, injusticias o idolatrías personales quedarán impunes. Dios no es un juez distraído ni un abuelo indulgente que se olvida de disciplinar. Esto no es ficción de Hollywood, es historia real: Él actuó en el pasado y volverá a actuar con justicia perfecta.

En su gran amor, Dios te pone este mensaje delante de tus ojos para que reflexiones. Él no quiere tu destrucción, sino tu arrepentimiento. No te aferres a razonamientos falsos como «Dios no existe» o «no se mete en mis asunto» Él sigue siendo el mismo: santo, justo y misericordioso. Si hoy vuelves tu corazón a Él, encontrarás perdón y vida eterna; si persistes en rechazarlo, tarde o temprano recibirás las consecuencias.

El mensaje es urgente y claro: arrepiéntete, conviértete y busca al Señor mientras puede ser hallado. Su paciencia no es debilidad; es la oportunidad que te ofrece para que vivas… ¡y vivas de verdad!

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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