LA ESPOSA INFIEL Y EL MARIDO QUE NO DEJA DE AMAR
👩❤️👨 LA ESPOSA INFIEL Y EL MARIDO QUE NO DEJA DE AMAR
«¡Qué mente tan depravada la tuya! —afirma el Señor omnipotente—. ¡Te comportabas como una vil prostituta!» (Ezequiel 16:30 NVI).
Estas palabras duras y estremecedoras no brotan del capricho de un juez severo, sino del corazón herido de un esposo apasionado. Yahweh, el Dios de Israel, habla con el celo de quien ve a su amada traicionarlo sin el menor remordimiento. Jerusalén, la ciudad escogida, había caído tan bajo que ya no conocía la vergüenza: hablaba con descaro, actuaba con insolencia y se prostituía espiritualmente bajo todo árbol frondoso, adorando a cada ídolo que le ofrecían.
Lo más sorprendente —y lo más trágico— es que Dios no puede hallar explicación alguna para semejante infidelidad. ¿Cómo es posible que su pueblo, que sólo ha recibido de Él amor fiel, protección constante y provisión abundante, le dé la espalda de esta manera? Yahweh recuerda cómo la halló: abandonada en un campo, indefensa y cubierta de sangre desde el día de su nacimiento. Conmovido por su miseria, le dijo con ternura: «¡Vive!». Y ella vivió, creció y se convirtió en una joya preciosa.
Cuando Jerusalén alcanzó su plenitud, Dios selló con ella un pacto nupcial. La vistió con lino fino, la calzó con sandalias de cuero de la mejor calidad, la adornó con joyas, collares y pulseras, y le colocó una corona real. Era tan hermosa que su fama se extendió por las naciones. ¡Parecía una reina, y lo era! Sin embargo, toda esa historia de amor terminó convertida en tragedia: Jerusalén se degradó tanto que incluso sus «hermanas» Samaria y Sodoma parecían más castas y dignas que ella.
La noticia que sacude hoy no es que «la prostitución sea el oficio más antiguo del mundo», como suele decirse, sino que la esclavitud moral y espiritual es el pecado más antiguo y vergonzoso de la humanidad. Así como Jerusalén se entregó a la idolatría, también nosotros podemos vender nuestro corazón a falsos dioses modernos: poder, dinero, placer, éxito.
Pero el mensaje de Dios sigue siendo el mismo: Él te ama con un amor obstinado, un amor que no se rinde, un amor que busca limpiarte, restaurarte y hacer de ti una nueva criatura. Hoy puedes responder a su llamado. No dejes pasar esta oportunidad: entrégale tu corazón a Cristo y comienza a disfrutar de la vida plena y abundante que sólo Él puede dar.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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