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EL PODER DE UN PIROPO


EL PODER DE UN PIROPO

«Toda tú eres hermosa, amada mía, bella en todo sentido» (Cnt 4:7).

En el periódico de una comunidad rural, una vez se publicó un aviso que decía: «Se busca esposa con tractor. Por favor, enviar una fotografía del tractor». A diferencia de este penoso anuncio, el libro «Cantar de los Cantares» es una colección de poemas líricos que exalta la belleza femenina y el placer del amor conyugal, puro y sublime, tal como fue diseñado e instituido por Dios en el Edén.

¿Se imaginan el rostro de Adán cuando vio por primera vez la hermosura de Eva? Qué lástima que no hubo nadie allí para tomarle una fotografía y luego subirla al 'Feis'. Fue un momento increíble, porque nunca antes había visto una criatura tan bella, tan delicada y tan tierna. De pronto, Adán se vuelve poeta y exclama: «¡Ahora sí! Este es el momento que tanto había esperado. Eres hueso de mis huesos y carne de mi carne. Hasta ahora no había encontrado a nadie que me correspondiera, pero al fin, ¡aquí estás!».

En la relación matrimonial, no es suficiente saber que la esposa es un maravilloso regalo de Dios; hay que exteriorizarlo diariamente con piropos creativos y significativos, alabando sus encantos femeninos y la dulzura de su alma. La esposa merece y espera oír de su esposo que la ama cariñosamente, que la admira respetuosamente y que la desea ardientemente. Este extraordinario libro exhorta al esposo a deleitarse exclusivamente en el amor de su esposa. Pablo Picasso dijo una vez: «Me enamoré de mi mujer y nunca más me volví a enamorar».

Ahora bien, cada una de esas románticas poesías de Cantares vindica ese amor placentero en contraste con el ascetismo y la lujuria, las dos profanaciones extremas de la santidad del matrimonio. Dios le dio a la pareja el sexo como un regalo tan agradable y tan valioso, que debe guardarse como una preciosa joya en un lugar muy seguro, confinado únicamente para el lecho conyugal. León Tolstoi escribió: «El que ha conocido solo a su mujer y la ha amado, sabe más de mujeres que el que ha conocido a mil». ¡Los piropos siempre alimentan y nunca empachan!

Carlos Humberto Suárez Filtrín

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