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TRAVESÍA VICTORIOSA


TRAVESÍA VICTORIOSA

«Los bosques de la zona montañosa también serán suyos. Despejen toda la tierra que quieran de allí y tomen posesión de sus extremos más lejanos. Y también expulsarán a los cananeos de los valles, aunque ellos sean fuertes y tengan carros de guerra hechos de hierro» (Jos 17:18 NTV).

Al llegar a este punto del libro de Josué, es necesario hacer un poco de historia: José, el hijo de Jacob que fue vendido por sus hermanos, tuvo dos hijos, Manasés y Efraín, quienes recibieron cada uno una herencia en la Tierra Prometida. A Maquir, el hijo mayor de Manasés, se le asignaron las regiones de Galaad y Basán, al oriente del río Jordán. La porción de tierra para la otra mitad de la tribu de Manasés, al occidente del río Jordán, fue distribuida entre las familias restantes: Abiezer, Helec, Asriel, Siquem, Hefer y Semida. Sin embargo, Zelofehad, descendiente de Maquir, sólo tuvo hijas: Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa. Josué les otorgó una porción de tierra junto con la de sus tíos, siguiendo las instrucciones del Señor.

Aunque los descendientes de Manasés eran fuertes y numerosos, se sentían muy limitados en el territorio asignado. Por esta razón, Josué les aconsejó que expulsaran a los cananeos que moraban en la zona montañosa y en los valles, y que tomaran posesión de esas tierras hasta sus límites más remotos. Los enemigos del pueblo de Israel eran numerosos y de estatura colosal, habilidosos en la batalla y poseían un temperamento brutal. Además, contaban con un avanzado armamento, como los carros de guerra de hierro, y estaban decididos a permanecer en esos lugares indefinidamente.

Sin embargo, Dios es veraz y siempre cumple su palabra. Él había prometido a su pueblo que les daría como herencia todo lugar que pisaran con la planta de sus pies. Por lo tanto, el límite del territorio que cada tribu deseaba tener para atender a las familias y a los animales lo determinarían ellos mismos. Si creían en la promesa del Señor y avanzaban, dejando de lado el temor y el conformismo, disfrutarían de una tierra buena y espaciosa. Es decir, los cananeos continuarían ocupando esas tierras hasta que los israelitas decidieran ponerse en acción y conquistarlas.

¿Qué lección práctica podríamos extraer de la lectura de hoy? Creo que debemos recordar que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta. Dios nos ama y tiene un plan maravilloso para cada uno de nosotros; conocerlo y ejecutarlo es el reto diario. Él nos ha dado promesas incomparables y los recursos para alcanzarlas y disfrutarlas. Sin embargo, es fundamental creer en Jesús y reconocerlo como el Señor y Salvador de nuestra vida; ahí comienza nuestra victoriosa travesía por este mundo.

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

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