Youtube

MATERNIDAD SAGRADA


MATERNIDAD SAGRADA

«Da las siguientes instrucciones al pueblo de Israel: si una mujer queda embarazada y da a luz un varón, será ceremonialmente impura por siete días, así como es impura durante su período menstrual» (Lv 12:2 NTV).

Según la enseñanza de Levítico, algunas maneras en las que se incurría en impureza ceremonial no eran necesariamente pecaminosas. El parto no era nada pecaminoso, sin embargo, Dios exigía que la mujer se purificara para poder acercarse al tabernáculo y participar en el culto israelita. La mujer que daba a luz a un varón sería impura por siete días y debía esperar por treinta y tres días hasta quedar completamente purificada del flujo de sangre del parto. Si daba a luz a una mujer, quedaba impura el doble de tiempo. Sea que haya tenido un hijo o una hija, la mujer debía llevar un cordero para ofrecerlo en holocausto y un pichón de paloma como ofrenda de purificación. Dios consideraba puro aquello que estaba libre de impurezas físicas, morales y espirituales. Pero, también era importante mantener la pureza ceremonial mediante la observancia de las leyes ceremoniales establecidas por el Señor.

Al octavo día el niño debía ser circuncidado, como señal de estar bajo el pacto abrahámico (Gn 17:1-2, 10-15) y que pertenecía al pueblo escogido de Dios. Eliminar el prepucio del niño simbolizaba la identidad y el compromiso de los israelitas con Dios, así como la continuidad de la promesa divina a Abraham y su descendencia. Después de la circuncisión, la mujer debía permanecer otros treinta tres días sin toca cosa santa ni ir al santuario. Esto no era un castigo para ella, sino lo contrario, servía para la mujer como una especie de cuarentena en la cual podía convalecer y recuperarse apropiadamente del parto. El reposo le ayudaría a restablecer su cuerpo y sus funciones normales antes de reintegrarse al duro trabajo en el hogar. Dios, que es amoroso y sabio, tenía el cuidado de la salud reproductiva de la mujer y del bienestar integral de los hijos. Dios es el especialista en el tema de la procreación y la descendencia.

Además, en este pasaje aprendemos que Dios se goza de la descendencia de todas las familias de la tierra, especialmente de hombres y mujeres piadosos, limpios de corazón y obedientes a sus mandamientos que consideran a la familia como prioridad. El capítulo subraya la importancia de la maternidad y el nacimiento como procesos sagrados que merecen un respeto profundo y una atención esmerada. La salud y la higiene de la madre y el hijo son muy importantes, pues al brindarle la atención que se merecen, se promueve el bienestar de ambos y se previenen enfermedades de todo tipo. Así que, se debe dedicar un tiempo prudencial a la recuperación física y emocional después de eventos significativos en la vida, como el parto.

Jennie Finch, destacada deportista estadounidense, dijo una vez: «Un milagro es en realidad la única manera de describir la maternidad y el dar a luz. Es increíble como Dios ha hecho que las mujeres y los bebés podamos perseverar y ser capaces de hacer tanto. Todo un milagro. ¡Qué bendición tan increíble!». Aunque las leyes ceremoniales del libro de Levítico no se aplican directamente a la vida contemporánea, nos advierten por una parte y nos enseñan por otra, acerca de la importancia de los rituales y simbolismos en la vida humana. La Biblia enseña que el pecado entró en el mundo por un hombre, Adán, y, por ende, toda su descendencia nace en pecado, por eso todo hijo varón o mujer debía ser redimido. Por consiguiente, todos los seres humanos necesitan ser reconciliados con Dios por medio del sacrificio que Jesucristo hizo en la cruz del Calvario. Y aunque es imposible llegar a ser una madre perfecta, se puede ser una buena madre, que ama a Dios y a sus hijos, y lo guía tierna y sabiamente a los pies de nuestro Salvador Jesucristo.

–Carlos Humberto Suárez Filtrín

No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.