EL PODER DE LA MUJER
«El hombre que halla esposa encuentra un tesoro, y recibe el favor del Señor» (Pr 18:22 NTV).
El libro de Proverbios ensalza a la mujer de manera excepcional. A diferencia de toda la mala fama y de las bromas pesadas que se les hace a las esposas, el rey Salomón la compara con un tesoro valiosísimo y con el favor mismo de Dios. Y añade que «una esposa digna es una corona para su marido» (Pr 12:4). Piensen por un momento en la función de una ‘corona’, el accesorio más elegante, más significativo y más vistoso de un rey, la esposa puede llegar a eso en la vida de un hombre y muchísimo más.
Por lo tanto, la dignidad que el sabio Salomón le otorga a la mujer como un ser humano, y la influencia positiva que es capaz de ejercer sobre su esposo, es infinita e invaluable. Con justísima razón el Premio Nóbel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez, escribió: «En todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces».
La mujer juega un rol fundamental en el éxito de la familia, mediante la educación bíblica de los hijos y la sabiduría en la administración del hogar. Proverbios afirma: «La mujer sabia edifica su hogar, pero la necia con sus propias manos la destruye» (Pr 14:1 NTV). George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, dijo una vez: «Mi madre fue la mujer más bella que jamás conocí. Todo lo que soy, se lo debe a mi madre. Atribuyo todos mis éxitos en esta vida a la enseñanza moral, intelectual y física que recibí de ella». Mary Ball Washington nunca participó en la política, pero su hijo, George, llegó a ser presidente.
A título personal puedo afirmar que, después de conocer a Jesús como mi Salvador, conocer a mi esposa ha sido la experiencia más maravillosa y significativa que me ha ocurrido en la vida. Gracias a mi bella y amada esposa me considero un hombre dichoso, pues tengo en mi casa un tesoro valioso y disfruto del pleno favor de Dios. Bienaventurado el hombre que tiene una mujer a quien amar, valorar y escuchar.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín
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