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DIÁFANA HERMANDAD


«¡Qué maravilloso y agradable es cuando los hermanos conviven en armonía! Pues la armonía es tan preciosa como el aceite de la unción que se derramó sobre la cabeza de Aarón, que corrió por su barba hasta llegar al borde de su túnica. La armonía es tan refrescante como el rocío del monte Hermón que cae sobre las montañas de Sion. Y allí el Señor ha pronunciado su bendición, incluso la vida eterna» (Salmo 133 NTV).

Este es otro de los cánticos espirituales que los peregrinos entonaban en su ascenso a la ciudad de Jerusalén, lugar donde se reunían para adorar a YHWH, participando de las magníficas celebraciones que se llevaban a cabo en su honor. Dios creó a los seres humanos para que convivan en armonía, en el marco de la familia, la comunidad y, posteriormente, la iglesia. Como contraparte, la soledad no fue parte del plan original de Dios para la humanidad, pues Dios es Tri-unidad y nosotros miembros los unos de los otros.
En este maravilloso Salmo, el autor describe tres características muy importantes acerca de la armonía que debe primar en nuestra convivencia. En primer lugar, dice que es ‘preciosa’ como la unción que se derramó sobre Aarón. La unción era un símbolo de bendición, protección y poder que Dios hacía descender sobre el Sumo Sacerdote Aarón. El aceite de la unción se derramaba sobre su cabeza en abundancia, éste empapaba sus barbas completamente y luego escurría hasta el borde de sus vestiduras. ¡Aarón fue lleno de Dios!
En segundo lugar, el salmista dice que la armonía es ‘refrescante’, como el rocío del monte Hermón que cae sobre las montañas de Sion. Éste es un término muy hermoso, pues significa que al ministrarnos unos a otros, cada quien según el don que ha recibido de Dios, la comunión se hace divertida y reconfortante, y el Señor lo considera maravillosa.
En tercer lugar, el hagiógrafo concluye diciendo que las reuniones edificantes de su pueblo 'atraen' la bendición de Dios y el regalo de la vida eterna. Las celebraciones nacionales fueron ordenadas por Dios, para que todos se gocen delante de la hermosura de su santidad y le rindan culto a su sagrado nombre. Mediante esta diáfana hermandad, el mundo verá a Dios, creerá en Él y podrá ver todo lo demás.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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